El futuro es historia : Rusia y el regreso del totalitarismo by Masha Gessen

El futuro es historia : Rusia y el regreso del totalitarismo by Masha Gessen

autor:Masha Gessen
La lengua: spa
Format: epub
editor: Turner
publicado: 2017-11-15T00:00:00+00:00


PARTE CINCO

PROTESTAS

XIV

EL FUTURO ES HISTORIA

En marzo de 2008, Seriocha viajó a Moscú para votar en las elecciones presidenciales. Hacía un año que vivía en Kiev y apenas prestaba atención a la política rusa, pero sabía que tenía que votar. Su abuelo le habría dicho que lo hiciera. Alexander Nikolaevich siempre hablaba de la suerte que tenía Seriocha de haber crecido en un país donde se celebraban elecciones. Quizá por esto Seriocha sentía que tenía que ir a Moscú y ejercer el derecho al voto en su distrito, en lugar de hacerlo en la embajada rusa en Kiev.

El vuelo duraba una hora. Desde el aeropuerto internacional de Moscú-Sheremétievo tomó una lanzadera, un minibús desvencijado, hasta la estación de metro más cercana. Los minibuses y los autobuses, más grandes y lentos, llegaban uno tras otro, por lo que la estación de metro estaba siempre repleta de personas que, en su mayor parte, parecían fatigadas después de hacer viajes mucho más largos que el de Seriocha. Se puso en la cola para comprar billetes: por supuesto, todos los viajeros provenían de cualquier otra parte y nadie tenía las tarjetas con varios trayectos prepagados que usaban los moscovitas para ahorrarse tiempo en la cola. La estación era sofocante y ruidosa, el aire estaba viciado por el polvo del viaje que cada uno traía consigo. El equipaje hacía que pareciera más congestionada aún. Los niños, cansados, se quejaban. Los adultos, cansados, les gritaban. Parecía que la cola no acabaría nunca.

De hecho, duró cincuenta minutos. Si Seriocha se sentía agotado cuando llegó su turno en la ventanilla, ¿cómo se sentirían los demás?

“Sesenta trayectos, por favor”, pidió, extendiendo un billete de mil rublos a través de la ventanilla. De acuerdo con la lista de precios pegada en la taquilla, el de sesenta trayectos era el billete de mayor cuantía. Costaba quinientos ochenta rublos, el equivalente a unos veinte dólares.

Con el billete en la mano caminó hasta los tornos de acceso y dijo, lo más fuerte que pudo:

“¡Acabo de hacer esta cola durante cincuenta minutos! ¡No quiero que ustedes también tengan que hacerlo solo porque no son de aquí! ¡He pagado sesenta trayectos! Por favor, pasen con este billete”.

Se hizo un silencio. Muchas personas parecían haberlo oído, pero no le daban crédito. Por fin, una mujer se le acercó. Seriocha introdujo el billete en el torno de acceso, que lo escupió encendiendo la lucecita verde; la mujer pasó. Otra persona se decidió, seguida por una pareja, antes de que un joven y bien afeitado teniente de la policía se materializara frente a Seriocha.

“Tiene que acompañarme”.

Seriocha lo siguió. El teniente lo condujo hasta una de las puertas de metal negro del recinto que la policía tenía en el vestíbulo de la estación, donde se encontraba un oficial de mayor graduación. Tenía la cabeza completamente calva, colorada y perlada de sudor, y aunque estaba sentado detrás de su escritorio de metal, tenía el aspecto y la respiración de quién acaba de subir por las escaleras. Tan pronto como entraron, el hombre sudoroso comenzó a gritarle a Seriocha un aluvión de obscenidades.



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