El Fraude De La Sabana Santa Y Las Reliquias De Cristo by Juan Eslava Galan

El Fraude De La Sabana Santa Y Las Reliquias De Cristo by Juan Eslava Galan

autor:Juan Eslava Galan
Format: mobi
publicado: 2010-11-30T12:40:06.287000+00:00


del mandylion de Edesa). Por aquel tiempo comenzaría a mostrarse a los fíeles, es decir, a ostenderse, la reliquia conocida como paño de la Verónica. La leyenda atesoraba tales posibilidades dramáticas, que acabó arrinconando a la del mandylion de Edesa y muchos iconos fabric ados sobre el mandylion pasaron a ser Verónicas, especialmente en la cristiandad occidental.

Solamente en el siglo xv, cuando comienzan las estaciones del vía crucis, la leye nda adquiere su forma definitiva y el velo de la Verónica resulta imprimación de la sa ngre y el sudor del rostro de Jesús camino del Calvario. Es evidente que, obedeciendo a la ley narrativa más arriba enunciada, la leyenda de la Verónica, superior en dramatismo a la del mandylion de Edesa, se había impuesto y muchos mandiliones se habían rec iclado en Verónicas, dado que lo que unos y otros representaban era la faz del Salvador. Si acaso hubo algún cambio fue que la faz del mandylion era sin espinas, cuando todavía la vida sonreía a Jesús antes del encontronazo con la justicia romana, pero en el transcurso de los siglos la imagen del Fundador que la Iglesia promocionó con más insiste ncia era la torturada, no la otra. Esto también ayudaría a imponer la Verónica. La eterna ley de la oferta y la demanda.

Mientras tanto, los franceses pusieron en circulación la especie de que santa Verónica había viajado a Francia para llevar las reliquias de la Virgen y mostraban su tumba en Soulac-sur-Mer, no lejos de Burdeos.

¿De dónde procedía aquel paño de la Verónica venerado en Roma? Es posible que del Oriente bizantino, como tantas otras reliquias, y hasta puede que fuera simplemente una de las copias del mandylion de Edesa.

Acá topamos nuevamente con los recalcitrantes sindonólogos que se empeñan en que los Santos Rostros dispersos por la cristiandad, o sea, las Verónicas, son meras copias de su Sábana Santa. Con tal de defender su reliquia no vacilan en desprestigiar las ajenas, mostrando en ello escasa camaradería y caridad cristiana. «Los Santos Rostros esparcidos por toda Europa son falsificaciones nacidas de la ingenua o interesada fantasía medieval», asevera la señora Siliato (p. 142). ¡Hágame el favor, señora, de respetar las creencias ajenas, que los veronicólogos (entre los cuales incluiremos también a los mandilionólogos) tienen tanto derecho a acreditar sus reliquias como los sindonólogos! ¿No habría resultado mucho más caritativo concederles también credibilidad y acogerlos a la sombra de la Sábana Santa, como sus hermanos menores? Porque, suponiendo que la sábana, en lugar de ser la falsificación del siglo XTV que es, hubiera sido la impronta verdadera de Cristo, ¿por qué no iban a existir, con igual derecho, otras veinte o treinta imágenes, más pequeñas, del divino rostro, si algunas de ellas incluso están avaladas por tradiciones más antiguas que la de la Sábana Santa? Y aunque todas sean igualmente falsas, o precisamente por eso, ninguna tiene por qué prevalecer a costa de negar a las restantes, siendo como son, a la postre, representaciones de Cristo Dios manufacturadas por



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