El fin de la paz by Jude Watson

El fin de la paz by Jude Watson

autor:Jude Watson
La lengua: spa
Format: epub, mobi
publicado: 2003-02-01T05:00:00+00:00


Capítulo 10

—¡Tú estás detrás de esto! —gritó Taroon a Drenna—. ¡Has sido tú! ¡Quieres hacerme creer que está secuestrado, pero tú le estás escondiendo!

—¡Ha sido tu padre, idiota! —le replicó Drenna—. ¡Tú fingiste estar de acuerdo con la decisión de Leed!

—Eso no tiene ningún sentido —dijo Taroon con rencor—. Leed iba a volver a Rutan. ¿Por qué le iba a secuestrar mi padre?

—Porque era demasiado tarde para cambiar de planes. ¡Y yo qué sé! Sólo sé que se han llevado a Leed —Drenna se sentó en el suelo. No lloró, pero se frotó los brazos de arriba a abajo con las manos—. Mi hermano no está.

¿Era sincera la reacción de Drenna? Obi-Wan miró a Qui-Gon para ver qué pensaba y se dio cuenta de que en aquella misión estaba perdido en varios sentidos. No estaba seguro de los sentimientos de nadie. No estaba seguro de que alguien estuviera diciendo la verdad. Pero le apenaba ver que la tregua entre Drenna y Taroon hubiera terminado. Ahora se odiaban más que nunca.

Qui-Gon se agachó junto a Drenna.

—Le secuestraron unos senalitas, Drenna —dijo suavemente—. No van a hacerle daño.

—¿Cómo puedes estar seguro? —susurró—. ¿Qué pasa si los rutanianos se lo llevan de vuelta a su planeta? ¿Qué pasa si lo encarcelan?

—No tengo nada claro —admitió Qui-Gon—, pero creo que Leed está a salvo de momento. La pregunta es ¿por qué le secuestrarían los senalitas?

—No lo sé —dijo Drenna, negando con la cabeza—. La decisión de Leed ha dividido a gran parte de los senalitas. La mayoría piensa que debería quedarse, si ése es su deseo; pero hay algunos que no quieren que un rutaniano se establezca permanentemente en el planeta.

—Debemos hablar con mi padre de inmediato —insistió Taroon—. Tiene que saber que se han llevado a Leed.

—Sí, tiene que saberlo —admitió Qui-Gon—, pero sería mejor esperar. Si investigamos podríamos obtener alguna pista. Así, cuando le demos la noticia, podremos darle también alguna esperanza.

Taroon ya estaba negando con la cabeza.

—Ha de saberlo ahora.

—¡Pero podría declarar la guerra! —gritó Drenna.

—Ése es el riesgo que corrieron los senalitas cuando se lo llevaron —respondió Taroon—. ¡Fue una estupidez fiarme de vosotros! —miró a Drenna con amargura.

—Y fue una estupidez pensar que tenías corazón —replicó ella con el mismo desdén.

Taroon se marchó airado. Qui-Gon se volvió hacia Obi-Wan con un suspiro.

—No tenemos elección —dijo en voz baja—. Hemos de ponernos en contacto con el rey Frane de inmediato. Si no lo hacemos lo hará Taroon, y el Rey dejará de confiar en nosotros.

Activó su holocom y contactó con el monarca de inmediato. La imagen del Rey brillaba en la noche oscura como una azulada presencia fantasmagórica. Qui-Gon le resumió lo que había ocurrido.

—¿Quién se lo ha llevado? —rugió el rey Frane.

—Todavía no lo sabemos —respondió Qui-Gon—, pero lo averiguaremos. Os garantizo que no dormiremos hasta que encontremos a vuestro hijo.

—¡Creo que ya habéis dormido bastante! —tronó el rey Frane—. ¡Mientras vosotros dormíais se lo llevaron delante de vuestras narices! ¿Cómo habéis podido dejar que pasara esto? ¡Sois Jedi!

A Obi-Wan le parecía admirable la forma en que Qui-Gon encajaba los insultos.



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