El efecto del aleteo de una mariposa en Japón by Ruth L. Ozeki

El efecto del aleteo de una mariposa en Japón by Ruth L. Ozeki

autor:Ruth L. Ozeki [Ozeki, Ruth L.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2012-12-31T16:00:00+00:00


Mientras me afeito el pelo incipiente de la cabeza

rezo con todos los seres

para que podamos desprendernos de nuestros deseos egoístas

y entrar en el cielo de la verdadera liberación.

Aquella noche estaba tan emocionada pensando en la llegada de los fantasmas que me quedé levantada hasta que Muji acabó mandándome a la cama, pero en cuanto ella y Jiko se hubieron dormido, volví a salir a hurtadillas. No sé qué expectativas tenía. Anduve por el jardín y fui a sentarme en el primer escalón del templo, bajo la puerta, a esperar. Notaba el peldaño de piedra frío y húmedo a través del pijama, y no oía más que el sonido de las ranas y de los insectos nocturnos que cantaban.

A algunas personas, la noche les parece triste porque es oscura y les recuerda la muerte, pero yo no estoy en absoluto de acuerdo con este punto de vista. Personalmente, la noche me gusta, en particular en el templo, cuando Muji apaga todas las luces y sólo quedan la luna, las estrellas y las luciérnagas, o cuando hay nubes y el mundo está tan negro que ni siquiera puedes ver tu propia mano delante de ti.

Mientras estaba allí sentada, todo parecía volverse más negro, a excepción de las luciérnagas, cuyas diminutas luces intermitentes describían arcos a través del oscuro aire veraniego. Encendido, apagado, encendido, apagado, encendido, apagado. Cuanto más miraba, más vueltas me daba la cabeza, hasta que sentí como si el mundo se ladeara y me arrojara a la larga garganta de la noche por la ladera de la montaña. Bajé la mano para tocar el escalón con el fin de recobrar el equilibrio, pero en lugar de la fría piedra noté algo peludo que se movía como un rayo bajo mi mano. Chillé y retiré la mano, pero no era más que Chibi, claro, que había salido conmigo a recibir a los invitados. Se quedó inmóvil, como si fuera una caricatura, con los ojos verdes, redondos como monedas refulgentes, pero cuando me eché a reír y le acaricié el pelo electrizado, se restregó contra mi rodilla y empujó la cabeza contra mi mano.

—Baka ne, Chibi-chan![125] —le dije, mientras el corazón aún me golpeaba el pecho con fuerza. Aunque apenas podía distinguir su forma, era agradable tenerlo allí.

Una ráfaga de viento hizo repiquetear el bambú y fue como si los espíritus se movieran. ¿Cómo sería un fantasma? ¿Tendría un aspecto humano? ¿Sería grande y gordo como un daikon monstruoso? ¿Tendría una nariz tremendamente larga como la de un tengu[126] de cara roja? ¿Sería verde como un duende o iría disfrazado de zorro, o sería más bien como un bulto de carne humana putrefacta de la altura de un hombre sin cabeza, con enormes pedazos de grasa como brazos y piernas y un olor repugnante? Éstos se llamaban nuppeppo. Muji me habló de ellos. Merodean alrededor de viejos templos y cementerios abandonados y les gusta dar largos paseos sin rumbo en la oscuridad. Quizá mi padre se estuviera convirtiendo en un nuppeppo. Y hay además otros fantasmas que parecen hombres muertos con el pelo mal cortado.



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