El dorsai perdido by Gordon R. Dickson

El dorsai perdido by Gordon R. Dickson

autor:Gordon R. Dickson [Dickson, Gordon R.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1979-12-31T16:00:00+00:00


Guerrero

El crucero espacial que venía de Nueva Tierra y Freilandia, unos mundos situados bajo el sol de Sirio, había sufrido un retraso en el aterrizaje, debido al tráfico del espaciopuerto de Long Island. Los dos tenientes de policía, que aguardaban sobre el cemento que había más allá del refugio que brindaban los edificios de la terminal, se subieron los cuellos de los abrigos para cubrirse del aguanieve que caía en esa zona expuesta a la intemperie. El aguanieve se estaba convirtiendo en granizo que azotaba y aguijoneaba todas las partes descubiertas de la piel. El cielo gris de noviembre arrojaba el granizo sin pausa ni piedad; la vasta y extensa superficie de cemento parecía danzar con la multitud blanca que caía del cielo.

—Aquí llega —anunció Tyburn, el teniente de policía del Complejo de Manhattan, arriesgándose a alzar la vista bajo el granizo—. Deja que hable yo cuando le escoltemos.

—Por mí, perfecto —respondió Breagan, el oficial del espaciopuerto—. Yo sólo estoy aquí para presentártelo… y porque ésta es mi jurisdicción. Kenebuck es todo tuyo, con sus contactos secretos y sus millones. Si dependiera de mí, dejaría que el soldado se lo cargara.

—Es él —indicó Tyburn— quien, probablemente, se cargue al soldado… y ésa es la razón por la que estoy aquí. Deberías saberlo.

La gran masa de la nave interestelar se posó sobre el cemento, a doscientos metros de distancia, como una montaña cautelosa. Cerca de su base, salió una escalera parecida a una pata metálica, y los pasajeros comenzaron a desembarcar. Los dos policías localizaron de inmediato a su hombre entre la multitud.

—Es grande —dijo Breagan, con la juiciosa apreciación de alguien que se encuentra seguro al margen del peligro, al tiempo que los dos policías avanzaban hacia su encuentro.

—Todos esos militares profesionales de Dorsai son grandes —respondió Tyburn con cierta irritación, encogiendo los hombros contra el frío—. Se entrecruzan para ser así.

—Sé que son grandes —indicó Breagan—. Éste es más grande aún.

En ese momento, la primera oleada de pasajeros se dirigía hacia ellos, y su objetivo se encontraba allí. Cuando se acercaron, pudieron ver, a pesar de la densa granizada, todas las líneas de su rostro oscuro e imperturbable, cerniéndose por encima de la altura inferior de la gente que le rodeaba, al tiempo que su rigidez militar moldeaba las ropas civiles en las que iba embutido de tal forma que bien podían parecerse a un uniforme. Tyburn se encontró mirando fijamente a la alta figura que avanzaba hacia él. Ya había conocido antes a semejantes soldados profesionales procedentes de Dorsai, y el sello de su ascendencia siempre había resultado claro. Sin embargo, este hombre era aún más notable que los otros que Tyburn había visto. En cierto aspecto, parecía el espíritu encarnado de los Dorsai.

Era uno de los hermanos gemelos, Tyburn recordó en ese momento el informe que tenía en su despacho. Se llamaban Ian y Kensie, y pertenecían a la familia Graeme, de Foralie, en Dorsai. Y el informe decía que Kensie poseía la simpatía de dos hombres



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