El cuento del lobo by Noa Xireau

El cuento del lobo by Noa Xireau

autor:Noa Xireau [Xireau, Noa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo 38

Nada más abrirse el ascensor a un enorme vestíbulo, resonó una especie de graznido reseco.

—¡Han llegado!

Belén retrocedió hasta tropezar con Cael y las niñas a su espalda.

—¿Qué demonios es eso? —murmuró ante la avalancha de ancianas en batas y camisones de colores pastel que se precipitaban a través de un largo pasillo hacia ellos, cojeando apoyadas en sus bastones y andadores o, a lo sumo, con pasitos de geisha, en tanto que soltaban gritos y exclamaciones incomprensibles—. ¿Ha habido algún virus o apocalipsis zombi durante los días que estuve encerrada?

La risa de Cael vibró a través de su cuerpo mientras la empujaba con suavidad para que saliera.

—Deja de ser tan dramática. Son todas unas señoras muy agradables y te encantarán una vez que las conozcas.

—¿A dónde nos habéis traído? —Belén escudriñó desconfiada el amplio vestíbulo hasta que su mirada cayó sobre unas enormes letras doradas en la pared—. ¿Nuevo Amanecer? ¿Nos habéis traído a una secta?

Cael entornó los ojos.

—Solo es un asilo —explicó con paciencia.

Ella se fijó en cómo una de las viejas le dio un codazo a otra para adelantarla. Había tanta concentración, determinación y esperanza escrita en sus arrugados rostros como la que podía encontrarse en un corredor de maratón al vislumbrar la meta.

—¿Un asilo? ¿Para qué nos habéis traído a un…?

—Señor Real. —Una mujer de edad mediana con nariz aguileña y gafas de culo de botella se paró frente a ellos gesticulando de manera exagerada—. No puedo permitir este ajetreo a estas horas de la noche. Ya se lo he comunicado a su hermano. Me parece intolerable que…

—¿Real? Eso es una broma, ¿no? —murmuró Belén por lo bajo—. ¿Por qué no te has apellidado directamente Majestad o Duque?

Los labios de Cael se movieron en un minúsculo tic, pero se limitó a sonreírle galantemente a la mujer, cuyas mejillas de inmediato se cubrieron de un rubor poco favorecedor.

—Señora Lindburg, qué agradable sorpresa encontrarla de nuevo.

La señora Lindburg pestañeó y agarró entusiasmada las manos que Cael no le había ofrecido, obviando a las niñas que portaba. Cuando abrió la boca, Belén se preparó para oír una declaración de amor o una pedida en matrimonio como mínimo. La irrupción de la reina madre en escena le chafó el espectáculo y prácticamente quitó a la pobre señora estirada de en medio colocándose entre ella y su hijo.

—¡Cael! ¡Me tenías preocupada! ¿Por qué habéis tardado tanto? —Su madre le cogió la cara y la regó con besos—. Y mírate cómo estás. Apestas a sangre humana —siguió dando un paso atrás para observarlo con la nariz fruncida.

—¿Apesta? ¿No debería encantarle ese olor? —se mofó Belén.

—Ah, querida. Me alegra que te encuentres sana y salva. —La mujer la abrazó, aunque por su expresión eso de que estuviera sana y salva parecía ser relativo—. En cuanto al olor, he oído que a los humanos os encantan las pizzas y las hamburguesas. ¿Significa eso que te gustaría oler a ellas?

—Touché.

Los labios de la mujer se curvaron divertidos.

—En ese caso, comprenderás que os pida que os bañéis lo antes posible.



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