El cuento de mi vida by Hans Christian Andersen

El cuento de mi vida by Hans Christian Andersen

autor:Hans Christian Andersen [Andersen, Hans Christian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1854-12-31T16:00:00+00:00


IV

No había visto hasta entonces más que una pequeña parte de mi patria; había estado en algunos lugares de Fionia y Selandia y en los acantilados de Møen, que no responden en absoluto a la idea tan fantástica que yo me había hecho de ellos, sobre todo después de leer a Molbech. No me pareció que fuera nada grandioso. Para el verano de 1830 tenía en proyecto un viaje más largo. Quería recorrerme Jutlandia entera y llegar hasta el mar del Norte. Después quería conocer a fondo mi isla natal, Fionia. Lo que menos me hubiera imaginado entonces es la trascendencia que esta excursión veraniega iba a tener para mí, el cambio que se iba a producir en mi vida interior. Lo que más ilusión me hacía era ver las landas de Jutlandia y luego la posibilidad de encontrarme quizá con alguna familia de comediantes. Los relatos populares y las narraciones de Blicher habían contribuido a despertar mi interés por aquella región. Entonces no iba tanta gente a visitar aquello. Se estaban empezando a hacer las primeras travesías en vapor, en un barco pésimo y muy lento. Se tardaba un día y una noche, pero hay que decir que para aquella época resultaba un viaje rapidísimo. La gente no se fiaba todavía mucho de los barcos de vapor; el año anterior había viajado yo en un buque así, que se llamaba «Caledonia» y era el primer vapor que se veía en nuestras aguas; era objeto de toda clase de burlas por parte de la tripulación, que hasta le ponía motes, diciendo que tenía «muchos humos». Como es natural, Ørsted estaba entusiasmado con aquel invento maravilloso. Por eso tiene gracia que un viejo pariente que había sido marinero, empezara a renegar un día delante suyo de los malditos barcos de vapor, diciendo que «desde que el mundo era mundo nos habíamos arreglado muy bien con barcos como Dios manda, que navegaban con el viento, y ahora tenían que venir a cambiarlo todo; no hay vez que pase una chimenea andante de esas que no agarre yo mi megáfono y la llene de improperios, hasta que desaparece de mi vista».

En aquellos tiempos coger un vapor era una verdadera aventura; ahora parece una tontería, pues los buques de vapor son una cosa tan corriente que nos olvidamos de que prácticamente son de anteayer. Se dice que el primer vapor lo vio Napoleón al ir a refugiarse con los ingleses, y ni siquiera se sabe si es cierto o pura leyenda.

Con la imaginación que yo tenía, me hacía una ilusión enorme atravesar el estrecho de Kattegat en una embarcación de ésas, pero hacía temporal y me mareé muchísimo. Pasamos la noche entera en el estrecho y no llegamos a Aarhus hasta el atardecer del día siguiente.

En toda Jutlandia se conocía mi Viaje a pie y mi poesía burlesca, así que me recibieron muy bien. Estuve recorriendo las landas, me sentía muy impresionado de tantas cosas desconocidas para mí. Pero hacía mal tiempo y no



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