El conde Diablo by Bourgh Cathryn de

El conde Diablo by Bourgh Cathryn de

autor:Bourgh, Cathryn de [Bourgh, Cathryn de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántica, Narrativa
publicado: 2013-11-18T23:00:00+00:00


4. Asedio

UNA semana después el castillo negro fue invadido por los hombres de Ferbes y sus aliados. Perdieron algunos hombres en ese bosque a causa de las fieras pero no importaba, eran un buen número.

El barón dejó a sus caballeros peleando y fue por su presa, debía verla y disfrutar ese bocado antes de continuar esa invasión. Media docena de escuderos lo escoltaron hasta la torre pero cuando subió las escaleras con sus largas piernas atléticas y llegó al último cuarto encontró la habitación vacía. ¡Maldita sea! Alguien le había avisado...

Registró los aposentos y de pronto sintió un perfume de flores delicioso y vio un vestido largo de terciopelo sobre la cama. Era de la hermosa dama y sin poder contenerse lo tomó y lo olió como si pudiera olfatearla por entero.

Luego se volvió hacia sus hombres.

—No está aquí, averiguad dónde la escondió ese bastardo.

Rosalía escuchó los gritos y despertó asustada. Algo ocurría en el castillo, a pesar de la distancia podía escucharlo. Armand le Diable la había llevado a un lugar apartado para ponerla a salvo porque había tenido de nuevo un sueño inquietante y no le dijo más que eso. Durante días había permanecido en ese lugar, escondida y ahora comprendía que algo muy horrible ocurría en el castillo negro.

Observó a su bebé que dormía como un angelito ajeno a los estruendos, los gritos cada vez más espantosos a su alrededor. Se acercó y besó su cabecita y se vistió aprisa. Tal vez su esposo fuera a buscarla pronto...

El bebé despertó entonces y comenzó a llorar.

—Calma Henri, por favor...—le murmuró y comenzó a cantarle. El pequeño abrió sus grandes ojos azules y abrió la boca buscando algo para comer, siempre tenía hambre y estaba muy gordito. Debía calmarlo, su llanto la llenaba de angustia porque un miedo intenso la envolvió, un miedo lleno de malos presagios. Y sentándose en el camastro lo prendió a su pecho.

Rosalía se estremeció al escuchar un nuevo estruendo y rezó en silencio al comprender que habían atacado al castillo negro, pero Armand le Diable era invencible, no podía morir...

Henri se durmió y ella lo retuvo entre sus brazos temblando. Escuchó voces y pasos acercarse, y de pronto notó que abrían la puerta y entraban media docena de caballeros. Su esposo jamás habría permitido que entraran en sus aposentos ni que la miraran con descaro.

—Voilá, aquí está Monsieur de Ferbes, la bella dama cautiva— dijo un escudero alto y mirada atrevida.

Rosalía corrió a abrazar a su hijo, estaba tan asustada que fue incapaz de decir palabra.

—Apartaos de la dama malnacidos, la estáis asustando—dijo un caballero alto y de guapo semblante.

Etienne de Ferbes entró en el recinto y se acercó a la dama, podía sentir ese perfume a la distancia y la visión lo dejó deslumbrado. Era más que hermosa, parecía una doncella de los cuentos que le contaba su abuela de niño. Sólo que en vez de tener el cabello dorado era castaño y lo llevaba trenzado, sin una toca. Era muy joven y sus ojos eran los de una damisela inocente.



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