El chisme by Risto Mejide

El chisme by Risto Mejide

autor:Risto Mejide
La lengua: spa
Format: epub
editor: Espasa
publicado: 2021-02-22T00:00:00+00:00


IV.

Yunque

Hablar es de necios; callar es de cobardes; escuchar es de sabios.

CARLOS RUIZ ZAFÓN

La Editorial Nura estaba en el segundo piso de un edificio señorial, de los que nadie había previsto que un día se inventarían los ascensores. Diego llegó hacia las seis y media. El vestíbulo era un sofá y un mostrador tras el que se parapetaba una recepcionista demasiado mayor como para que esa hubiera sido en algún momento su verdadera vocación.

—Hola, venía a dejar este manuscrito —balbuceó Diego.

—Uy, cariño, me sabe mal, pero nosotros no aceptamos manuscritos desde hace años.

—¿Y eso?

—Muy sencillo —dijo sin levantar la mirada—. No queremos que nadie nos acabe denunciando por plagio, que es lo que pasa con los escritores mediocres. —Ante la insistente presencia de Diego, levantó la mirada y continuó—: Los escritores con talento no necesitan demandar a nadie, es más, si ven alguna historia que se parece a las suyas, pues les da igual, porque ellos tienen la fábrica sobre sus hombros. Los mediocres, en cambio, como ven que no van a poder vivir nunca de esto, pues se dedican a rebuscar qué novela se parece, aunque sea de refilón, a algo que ellos hayan escrito alguna vez. Y por eso, porque queremos publicar sin temor a que nos caigan engorrosas demandas, preferimos no recibir manuscritos de escritores que no sean de la casa, cariño.

—Y entonces…, ¿cómo puedo llegar a ser de la casa?

—Pues no sé, autopublícate algo, prueba suerte…

—Pero si me autopublico y me va bien, ¿para qué necesito una editorial?

—Mira, cariño, me quedan veinte minutos de jornada y aún no he pasado estas fichas a limpio. ¿Las ves? —La recepcionista señaló un fajo de unos treinta folios—. Así que, si no te importa, voy a seguir trabajando. Mucha suerte, pichón.

Conforme pronunciaba el último apelativo, pulsó el timbre de apertura de la puerta por la que había entrado Diego. Este se dio la vuelta y se encaminó hacia la salida mientras trataba de meter en su bolsa el manuscrito impreso.

—Dile que quieres ver a Olga Semprún.

—No voy a decirle nada, ¿no ves que no aceptan manuscritos?

La mirada de la recepcionista fue de compasión: ahí va otro chalao que además oye voces.

—Dile que quieres ver a Olga Semprún.

—Porque Olga Semprún no está, ¿no?

La recepcionista suspiró.

—Está reunida.

—No, no está reunida. Está tratando de asumir la pérdida de Yamil Hahal como autor de la casa. Y a lo mejor yo soy la alegría que le hace falta en un día tan importante como este, en el que, además, igual te vendría bien que se alegrase antes de pedirle un aumento. Piénsalo.

—Y tú…, tú ¿cómo sabes todo eso?

Diego sonrió.

—Déjame el manuscrito aquí y ya te diremos algo.

—Solo lo dejo con la condición de que Olga se lo lea.

—Sí, sí, vale.

—Hoy.

—¿Hoy?

—Hoy.

La Unión Europea había prometido miles de millones durante los próximos cinco años a las empresas de inteligencia artificial con sede en la UE que contratasen a gente y diesen resultados positivos. Don Andrés había estado contratando a mucha más gente de la que necesitaba y tuneando los libros muy por encima de lo plausible y demostrable.



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