El caso del ratón perfumado by Theodora Du Bois

El caso del ratón perfumado by Theodora Du Bois

autor:Theodora Du Bois [Du Bois, Theodora]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1944-06-14T16:00:00+00:00


CAPÍTULO XI

Katrinka y yo estábamos sobre la montaña de desperdicios a cierta distancia de la casa. A nuestros pies el sol brillaba sobre trozos de porcelana y vidrio que estaban entre las cenizas. Había cartones rotos, sillas, y unas mesas sin patas, viejas latas de gasolina, trampas para ratas y algunas sartenes quemadas.

—¡Allí está uno de mis mejores ejemplares! —exclamó Katrinka. Saltó hacia un costado de la pila—. Es el cráneo de un caballo. Cuando lo encontré no tenía ninguna muela pero estaban los dientes incisivos y caninos.

La seguí mientras ella recogía un enorme cráneo gris blancuzco y lo observaba con afecto.

—¡Por amor de Dios! ¿Dónde encontraste eso? —pregunté, y por primera vez sentí simpatía hacia Clara Flaherty. Ni aun a mí me gustaría dormir en una habitación donde hubiera esas cosas raras.

—Lo encontré cerca de la granja Bitter-Sweet —me explicaba la niña—. ¡Oh, qué maravilloso! Creo que aquí está casi toda mi colección. Sí, esa es la vértebra cervical de un perro. Por supuesto que no es un cráneo, pero a veces incluyo otros huesos interesantes en mi colección. —Se inclinó, removiendo las cenizas explicándome que había encontrado cosas maravillosas en el rincón de un campo cerca de la granja Bitter-Sweet. Y allí estaba también el cráneo de un potrillo.

Me obligó a admirarlo, y respeté su aptitud científica para con esos desagradables objetos:

—¿Cómo aprendiste los nombres de los huesos y todo lo que sabes al respecto? —le pregunté.

—Oh, he leído muchos libros sobre anatomía. Señora Mc Neill, me parece que he perdido el cráneo del pollo. Era muy interesante.

Yo misma rebusqué entre las cenizas y juntas desenterramos tres pequeños cráneos de animalitos del bosque. Pero la niña se quejaba de que había perdido uno de los mejores tesoros de su colección. Se trataba del cráneo de un mono, el que le había regalado el médico cuando estuvo enferma. Le parecía que no podría soportar el sufrimiento si no lograba encontrarlo.

—Quizá mi esposo pueda conseguirte uno en la escuela de medicina —le dije—. Hay muchísimos monos allí.

—¡Oh! —exclamó extasiada—. ¿Cree usted que el doctor Mc Neill podrá conseguirlo? ¡Eso sería maravilloso!

Le respondí que se haría lo posible.

—Si él pudiera regalarme un mono muerto, yo le cortaría la cabeza y la herviría para sacarle el cráneo —me respondió—. Una vez hice eso con un ratón. Fue muy interesante. ¡Mire, señora Mc Neill, qué rata rara!

Era la rata pinta que Jonathan había matado esa mañana.

—Señora Mc Neill —dijo Katrinka—, me llevaré esa rata y la haré hervir para sacarle el esqueleto. ¡Oh, eso sería maravilloso! Allí hay una sartén vieja. Me la llevaré en ella. Será muy interesante.

La niña había soportado tantas aflicciones que no quise oponerme a sus deseos. Además, no me parecía nada incorrecto. Si esa era la clase de distracciones que le interesaban, se le debería permitir hacerlo. Al oírme dio un grito de alegría y colocó la rata muerta en la ennegrecida sartén. Luego nos vimos abocadas al problema de transportar la colección a la casa.

Cuando retornábamos, cruzando



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