El camino soñado by E. Phillips Oppenheim

El camino soñado by E. Phillips Oppenheim

autor:E. Phillips Oppenheim [Oppenheim, E. Phillips]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Aventuras, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1922-12-31T16:00:00+00:00


* * *

Violeta esperó hasta que Gerald hubo desaparecido. Cruzó la plaza, entró por la Rue de París, se detuvo ante la puerta del establecimiento de modas de madame Léonore y, por fin, empujó la hoja de cristales.

Madame Léonore, en persona, avanzó para recibirla y en la sonrisa con que la acogió había algo siniestro y amistoso, a un tiempo.

—¿En qué puedo servirle, mademoiselle? —le preguntó.

—¿Puede usted proporcionarme aquel vestido de noche que me enseñó la primera vez que vine? —interrogó, a su vez, Violeta, con notable ansiedad.

—Ciertamente, mademoiselle —contestó madame, graciosamente—. ¿Lo quiere usted para esta misma noche?

—Sí. Para esta noche —afirmó, Violeta, dichosa.

Madame estudió las líneas de la gentil figura, contemplando con mirada medio cínica y medio admirativa la perfección de la misma. Estudió el rostro. No tenía la menor duda de lo que esta visita significaba. Llegó a la conclusión de que esta joven campesina podía proporcionar fama a su establecimiento.

—Hay, además, otras cosas que mademoiselle necesitará —dijo, pensativa—. Será preciso que la atienda el peluquero. ¿Quiere usted confiarse a mis manos esta noche? Le prometo que ninguna otra muchacha, en Montecarlo, estará tan bonita como usted.

—Sí. Quiero estar lo más bonita posible —le dijo Violeta—. Haré lo que usted me diga, madame.

—¿Piensa usted asistir a alguna reunión?

—Sí; a una cena a las once y media —dijo Violeta.

—¿En el Hotel de París?

—Sí.

Madame Léonore miró el reloj.

—Si mademoiselle vuelve a las ocho —le dijo— ya estará aquí el peluquero y yo misma le daré instrucciones. Después la vestiré. Como mi oficiala y yo vivimos aquí, encima de la tienda, no significará molestia alguna.

—Seré puntual —prometió Violeta—. Es usted muy amable, madame.

Cuando Violeta se dirigió hacia la puerta, los ojos de madame Léonore la siguieron con admiración.

—¡Qué lástima que esa muchacha sea tan tonta! —dijo, con un suspiro.



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