El brazo marchito by Thomas Hardy

El brazo marchito by Thomas Hardy

autor:Thomas Hardy [Hardy, Thomas]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1888-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Un día, dos años después de la separación, Stockdale, por entonces establecido en una ciudad del interior, llegó en carromato, a la antigua usanza, a Nether-Moynton. Aquella tarde, en medio del continuo traqueteo del carro, le había estado haciendo al cochero algunas preguntas, y las respuestas que éste le había dado habían interesado profundamente al pastor. Tales respuestas tuvieron como resultado que Stockdale, al llegar, se dirigiera sin la menor vacilación a su antiguo lugar de residencia. Eran alrededor de las seis de la tarde, y la época del año era la misma que cuando se había marchado; ahora también el suelo estaba mojado y lanzaba destellos, al oeste refulgía y las campanillas blancas de Lizzy mantenían la cabeza erguida en el arriate de la pared.

Lizzy debió de verle desde la ventana, porque cuando él llegó a la puerta ella ya estaba allí, sosteniéndola abierta; y entonces, como si no hubiera considerado lo suficiente el efecto que su salida podría producir, dio unos pasos hacia atrás mientras decía con cierto embarazo:

—¡Señor Stockdale!

—Sabía que era yo, ¿no? —dijo Stockdale cogiéndola de la mano—. Le escribí para decirle que pensaba hacerle una visita.

—Sí, pero no decía usted cuándo.

—No lo hice porque no sabía con absoluta certeza en qué fechas iban a traerme mis negocios a esta zona.

—¿Sólo ha venido porque sus negocios le traían por aquí?

—Bueno, el hecho es ese, pero muchas veces he pensado en venir con el único propósito de verla a usted… Pero ¿qué me dice de todo lo que ha pasado? Ya le dije lo que iba a suceder, pero usted no quiso hacerme caso.

—No, no quise —dijo ella con tristeza—. Pero yo me había educado para esa vida; y aquello era una segunda naturaleza para mí. Pero ahora todo ha terminado. Los oficiales perciben grandes cantidades de dinero por atrapar a un hombre, vivo o muerto, y el tráfico se ha quedado en nada. Nos cazaron como a ratas.

—He oído decir que Owlett se ha marchado para siempre.

—Sí. Está en América. Hubo una lucha feroz aquella última vez, cuando trataron de capturarlo. Es un verdadero milagro que pudiera salir con vida; y es asombroso que no me mataran a mí. Me dieron en una mano. No fue intencionadamente, el tiro en realidad era para mi primo, pero yo estaba detrás, vigilando, como de costumbre, y la bala me alcanzó. La herida sangraba terriblemente, pero llegué hasta casa sin desmayarme, y al cabo de cierto tiempo se curó. ¿Sabe usted cómo sufrió Owlett?

—No —dijo Stockdale—. Sólo he oído que escapó con vida por los pelos.

—Le dieron en la espalda, pero una costilla desvió el proyectil. Estuvo muy malherido. Nosotros no íbamos a dejar que lo apresaran, de modo que los hombres cargaron con él durante toda una noche hasta llegar a Kingsbere, y le escondieron en un granero. Le vendaron la herida como pudieron y cuidaron de él hasta que estuvo lo suficientemente recuperado como para levantarse y andar por sí solo. Pero entonces lo apresaron, y le juzgaron con los demás en los tribunales; sin embargo, todos lograron escapar con bien.



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