El arte sueco de ordenar antes de morir by Margareta Magnusson

El arte sueco de ordenar antes de morir by Margareta Magnusson

autor:Margareta Magnusson [Magnusson, Margareta]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Reservoir Books
publicado: 2018-10-17T22:00:00+00:00


Libros de cocina y recetas de familia

Antes, cuando mi cocina era más grande que la de ahora, tenía todo un estante reservado para los libros de cocina. Ahora uso casi siempre internet cuando necesito una receta. Tecleo el nombre del plato que quiero preparar en Google y de inmediato encuentro varias posibilidades, cada una acompañada de una imagen a cual más apetecible. ¡Es alucinante!

Por eso, solo conservo dos libros de cocina «de verdad», y con «de verdad» me refiero a libros que puedes tocar con las manos, hojear y leer con detenimiento mientras buscas algo que preparar. Uno de ellos lo he ido compilando a lo largo de los años; está lleno de recetas que me han dado mis amigos y parientes o que he recortado de algún periódico. La mayoría las he ido tirando poco a poco: las de platos que llevan mucho tiempo cocinarlos y las de pasteles y galletas. Ya no me apetece pasarme horas de pie en la cocina, y no soy precisamente un monstruo de las galletas, ni siquiera me gustan demasiado, aunque desde luego a los niños les encantaban.

Aunque he guardado alguna auténtica perla, como el pastel de carne de mi madre, las mejores gaffelkakor de mi suegra (una especie de galletas de mantequilla con la marca del tenedor en la parte de arriba), la mermelada de rosa mosqueta de mi vecina Andréa, y algunas otras de mis recetas favoritas que tal vez puedan interesar a alguien, porque son deliciosas, o difíciles de encontrar o porque contienen recuerdos que mis seres queridos quieren invocar en sus propias cocinas.

Tres de las recetas que he conservado las encontré en el cajón de la cocina de mi padre hace muchos años. Las había escrito a mano, con letra cuidada, la cocinera que vivía con nosotros cuando yo era niña. Era una mujer muy amable, y recuerdo que me dejaba quedarme en la cocina a mirar mientras guisaba. Me daba pasas como si fueran chucherías, tal vez para que me estuviese quieta, al menos un ratito. Esas tres recetas son de pepinillos, arenques fritos y bistec a la francesa. El resto de los platos que cocinaba los tenía en la cabeza.

El segundo libro de cocina que he guardado es de Singapur, donde viví seis años, y donde un grupo de amigas y yo recopilamos recetas para un volumen que editamos y vendimos con fines benéficos. Mi desvencijado ejemplar está repleto de recetas deliciosas donadas por mujeres —y un hombre— de todo el mundo. Hay un ceviche de Sudamérica, un curry de cordero de Malasia, un pastel de la provincia sueca de Värmland y las instrucciones para preparar un perfecto Singapore Sling. (A mí, personalmente, este cóctel me sabe como si alguien hubiese echado al tuntún todo lo que pillara en la despensa, ¡pero supongo que encaja bien con la diversidad de paladares del libro!)

Y hay también unas galletas mexicanas, pan de centeno de la antigua Checoslovaquia y un sinfín más. Muchas de las mujeres que nos dieron las



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