El último deseo del cangrejo by Roberto García Cela

El último deseo del cangrejo by Roberto García Cela

autor:Roberto García Cela [García Cela, Roberto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción, Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2013-11-08T23:00:00+00:00


MUERTE

«La muerte es un proceso terminal que consiste en la extinción del proceso homeostático de un ser vivo y, por ende, concluye con el fin de la vida»

Extraído de la Wikipedia

De camino al colegio de mis hijos, apoyado en el cristal del autobús donde se señalaba que el asiento estaba reservado a embarazadas, ancianos y tullidos, intentaba concienciarme para la hecatombe física que se me avecinaba con el tercer ciclo de quimioterapia. Escuchaba música en mi reproductor MP3 para aislarme del exterior que me incomodaba.

Recapitulando lo sufrido, los dos anteriores tratamientos habían finalizado con una hospitalización, calvicie, el intestino irritado, el sentido del gusto destruido y una pérdida de peso considerable. Lo que más me molestaba, sin duda, era el tema del gusto. En los dos días que habían transcurrido desde que nos despedimos después de deshacernos del coche robado, pude constatar una variación sensible en las sensaciones que me transmitían las papilas gustativas. Si antes todo me sabía amargo, ahora la percepción en el paladar había tornado a una profundización en el regusto a fermentado que envolvía cada bocado. Para aclararlo con una imagen gráfica, si antes comer un pedazo de carne era como llenarse la boca con un puñado de tierra, ahora parecía que la tierra estaba aliñada con estiércol. Me suponía un tremendo esfuerzo de voluntad continuar alimentándome y no dejarme llevar por la desidia a la que me abocaba la corrupción de mi sentido. Mi nevera se había llenado de derivados lácteos que eran los únicos que mantenían cierta consistencia original en los recuerdos de mis papilas gustativas. De haber tenido la atención enfocada al punto que debía, lo sensato hubiese sido acudir a un dietista para que me aconsejase al respecto.

Terminar cada ciclo era aventurarse en una tierra ignota y no existía un mapa que me llevase a salvo al otro lado, porque nadie que se adentraba lo suficiente había salido jamás. Ese estímulo, negativo en origen, me impulsó aquella mañana a dejar mi refugio y salir a la calle para enfrentarme nuevamente a mi pasado. Quizás no tuviese otra oportunidad de ver a mis hijos, aunque fuera de lejos. No me iba a morir en la siguiente jornada, pero mi estado físico podía deteriorarse lo suficiente para impedirme ejecutar un acto tan sencillo como el que emprendía ese día.

Me bajé del autobús y me senté a esperar en la parada. Era un día de cielo despejado y luminoso, anticipando el verano que se acercaba. Los rayos de sol no me calentaban y continué con la gorra hasta las cejas y el abrigo cerrado. Los alrededores del colegio permanecieron tranquilos unos minutos hasta que se acercó la hora de la recogida del alumnado. Veía todo como si estuviese en una butaca del cine, con la voz suave de Adele cantando Set fire to the rain de banda sonora en mis auriculares. Un tema musical poco acorde a la película de terror en la que yo era el protagonista principal.

Patricia llegó puntual, caminando como era su costumbre.



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