El amor y la ley by Corín Tellado

El amor y la ley by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1983-12-31T16:00:00+00:00


IX

Fue fácil adaptarse a la nueva familia, nueva porque la automarginó él mismo sin percatarse de lo que hada y, nueva además porque se integraba en ella como si hasta entonces hubiera estado vagando sin rumbo y sin amor.

Al día siguiente desayunó con María y su padre, pues Sonia se había ido casi al amanecer debido, según dejó escrito en un papel, a que no había preparado bien el examen y prefería hacerlo con unas compañeras.

La conversación con su padre y la esposa de este transcurrió tranquila y sosegada, de modo que, como además era domingo y no se abrían las tiendas, ni Sonia andaba por la casa, pudieron conocerse más y de una forma profunda.

Se diría, pensaba Gerardo desconcertado, que toda la vida conoció y quiso a María y la aceptó como esposa de su padre y a este relajado y distendido observando que su hijo al fin volvía a ser suyo y encima de María.

A media mañana Vicente y Gerardo dejaron a María haciendo la comida y se fueron a conocer la casa donde en el futuro tendría Gerardo su cuartel general como registrador de la Propiedad.

Era un viejo caserón, si bien las oficinas funcionaban debidamente y pese a ser domingo, un conserje que vivía allí haciendo de portero, de recadero y de lo que le mandaban, le enseñó todas y cada una de las dependencias.

—El personal es competente —le iba diciendo Matías—, viejo aquí y adiestrado en la labor. No sé si usted pensará cambiar el personal, pero yo le aseguro que todos son fieles y saben perfectamente su cometido.

—No pienso cambiar nada. Matías.

—Eso hizo el otro registrador que pidió destino por el Norte. Estuvo aquí tres años y se sentía muy satisfecho de cómo funcionaba el personal. Yo llevo años aquí y me gustaría jubilarme en este caserón. Uno de mis hijos es escribiente en el Registro y mi mujer limpia en las oficinas.

—No voy a pedir cambios. Matías —le decía Gerardo con su voz armoniosa y de dejes humanos—. Sobre el particular pueden usted y los demás estar tranquilos. Mañana mismo me haré cargo de mi puesto y ya me presentará usted al personal. Vamos a tomar todo con calma y es muy posible que nunca me interese dejar la ciudad natal. He luchado mucho para pillar esta vacante y espero que me interese hasta el punto de formar aquí mi propia vida.

—En el piso segundo del edificio vivía el anterior registrador. Está amueblado y mi mujer lo mantiene limpio.

—Sin duda, pero de momento, yo no voy a ocuparlo. Me quedo en casa de mis padres.

Vicente que se hallaba a su lado y que era bien conocido por Matías, escuchaba complacido. Después, de allí lo llevó por el casino y lo presentó a sus amigos.

Al mediodía retornaron juntos a casa donde entraba Sonia casi a la vez.

—No he dormido nada —les contaba entrando en el piso en medio de los dos—, pero mereció la pena. Pienso que mañana haré un buen papel en el examen y sacaré la nota que necesito para asegurarme la asignatura.



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