El amor te hará inmortal by Ramon Gener

autor:Ramon Gener
La lengua: spa
Format: epub
editor: 2016

Nápoles, 1 de enero de 1835

A las doce en punto, cuando las campanas de las iglesias de San Ferdinando y San Francesco dieron el pistoletazo de salida, los napolitanos empezaron a tirar muebles viejos por la ventana. La explosión de alegría y el estruendo de los muebles, los vasos y los platos estrellándose en las calles hizo aún más patética la escena que tenía frente a mí. María García, aquella que pasaría a la historia como María Malibrán, la cantante más grande del siglo XIX, lloraba desconsolada en su camerino la muerte de su padre.

En 1824, después de cinco largos años de durísima educación, cuando Manuel García consideró que la voz de María había llegado donde él pretendía, se la llevó a Inglaterra con él. Allí, en el King’s Theatre, y casi por casualidad, se produjo su debut. En el programa de uno de los conciertos de la temporada, en el que debía cantar el sin par Giovanni Velluti, el último de los grandes castrados, aparecía un dúo de la ópera Giulietta e Romeo (Julieta y Romeo) del compositor Zingarelli. La soprano, que debía actuar con el castrado, enfermó repentinamente y el director del teatro se vio obligado a sustituirla. Siguiendo el consejo de Manuel García, el director escogió a la mejor de las sustitutas posibles: María.

Llena de alegría, aceptó encantada. A sus dieciséis años, el momento para el que su padre la había estado preparando durante tanto tiempo había llegado.

El día del concierto la debutante María y el consagrado Velluti ensayaron por la mañana. El castrado, adrede, no cantó las agilidades que tenía previstas. No quería que María se las copiara. Por la noche, ya en escena, Velluti atacó primero su solo condimentándolo con todo tipo de adornos: trinos, arpegios, saltos de octava, portamenti, appoggiature, gruppetti, mordenti... Su canto arrancó una gran ovación del público. Entonces Velluti, hinchado de orgullo y con una sonrisa maliciosa en sus labios, miró desafiante a la debutante. Sin inmutarse y con la bravura de sus dieciséis años, María empezó su parte. Cantó maravillosamente. Como nadie, y mucho menos Velluti, hubiera podido imaginar. Con un legato perfecto empezó a improvisar adornos arriesgadísimos de una dificultad y brillantez mucho mayores que los que el castrado acababa de ejecutar. La luz y la prestancia de la voz de María borraron por completo la sonrisa en el rostro de Velluti. Una estrella había nacido. Su éxito fue tan apoteósico que el director del teatro enseguida la contrató para las seis semanas que duraba la temporada.

Después de participar en algunos talent shows y en el chitlin’ circuit donde The Jackson 5, liderados por Michael, asombraron con su talento, Joe decidió que había llegado el momento de dar el salto y entrar definitivamente en el mundo profesional de la música. Primero consiguieron publicar un par de singles con Steeltown Records y en 1969 firmaron un contrato con la empresa Motown de Detroit, la discográfica más importante de la música negra en Estados Unidos. Aquel contrato y sus exigentes cláusulas acabarían cambiándolo todo, especialmente la relación de Michael con su padre.

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