El alma del mundo by Roger Scruton

El alma del mundo by Roger Scruton

autor:Roger Scruton
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788432146473
editor: Ediciones RIALP
publicado: 2016-05-26T22:23:45+00:00


SONREÍR, MIRAR, BESAR, SONROJARSE

Por eso la cara tiene un interesante repertorio de variaciones, que no se pueden entender como meros cambios físicos, a diferencia de los que observamos en los rasgos de otras especies. Por ejemplo, la sonrisa. Los animales no sonríen: a lo sumo hacen muecas, a la manera de chimpancés y bonobos. Cuando Milton, en El paraíso perdido, describe el amor entre Adán y Eva, dice que las “sonrisas emanan de la razón; negadas al bruto, son el alimento del amor”. La sonrisa reveladora es la involuntaria, la bendición que un alma confiere a otra al brillar con el yo entero en un momento de autorrevelación. La voluntaria y deliberadamente remarcada no es sonrisa sino máscara. La “carita sonriente” que todos los niños saben dibujar no es el retrato de una sonrisa. Una cara solo puede sonreír cuando el alma luce desde ella, y la sonrisa geométrica no es sonrisa sino mueca.

Mientras que una sonrisa sincera es espontánea, un beso sincero es voluntario. Así ocurre, al menos, con el beso de cariño. En el beso de pasión erótica, sin embargo, la voluntad es en parte vencida, y en este contexto, el beso puramente deliberado tiene un aire de insinceridad. El beso erótico sincero es a la vez expresión de la voluntad y rendición mutua. Por eso exige gobernar los labios, para que el alma pueda respirar por ellos, y también rendirse ahí, en el perímetro del ser propio.

El beso erótico no es solo cosa de los labios: aún mayor es la intervención de los ojos y las manos. El beso de deseo pone de relieve la misma ambigüedad del rostro que está presente al comer. Los labios que los amantes se ofrecen uno a otro están repletos de subjetividad: son los avatares del yo, que llaman a la conciencia del otro en un don mutuo. Pero aunque los labios son ofrecidos como espíritu, responden como carne. Bajo la presión de los otros labios, se vuelven órganos sensoriales que traen consigo toda la trampa fatal del placer sexual e incitan a rendirse a una fuerza que irrumpe en el yo desde fuera. De ahí que el beso sea el momento más importante del deseo: aquel en que los amantes están totalmente cara a cara y también expuestos por completo uno a otro. El placer del beso no es cosa de sensaciones, sino de la intencionalidad yo-tú y lo que esta significa. Los besos tienen una intencionalidad propia. Por eso puede haber besos falsos y falso placer en el beso, como experimentó Lucrecia, según la versión de Benjamin Britten y Ronald Duncan, al besar al hombre que tomó por su marido pero en realidad era el violador Tarquin, como descubrió demasiado tarde para defenderse.

La presencia del sujeto en el rostro es aún más evidente en los ojos, y los ojos tienen su papel tanto en las sonrisas como en las miradas. Los animales pueden mirar cosas; también se miran unos a otros. Pero no pueden mirar al interior de las cosas.



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