El adolescente by Fiodor Dostoyevski

El adolescente by Fiodor Dostoyevski

autor:Fiodor Dostoyevski [Dostoyevski, Fiodor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela
ISBN: 8426155340
editor: www.papyrefb2.net
publicado: 2011-03-19T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VII

I

Me desperté a eso de las ocho de la mañana, a inmediatamente cerré mi puerta con llave, me senté delante de la ventana y otra vez empecé a pensar. Me quedé así hasta las diez. La criada llamó dos veces, pero la despedí con cajas destempladas. Por fin, después de las diez, llamaron de nuevo. Me disponía a lanzar otro grito, pero era Lisa. La criada entró con ella, me trajo mi café y se dispuso a encender la estufa. Imposible echarla. Todo el tiempo que Fecla tardó en poner la leña y encender el fuego, paseé por mi habitacioncita a grandes zancadas, sin iniciar la conversación y hasta evitando mirar a Lisa. La criada maniobraba con una lentitud indecible, adrede, como hacen todas las criadas en semejantes casos, cuando notan que a los amos les molesta hablar delante de ellas. Lisa estaba sentada sobre la mesa delante de la ventana y me seguía con la mirada.

—El café se te va a enfriar — dijo de repente.

La miré: ni la más mínima turbación, una calma perfecta, e incluso una sonrisa en los labios.

«He aquí cómo son las mujeres», pensé, encogiéndome de hombros. Por fin la criada terminó de encender la estufa y empezó a arreglar la habitación. Pero la despedí enérgicamente y cerré la puerta con llave.

—¿Quieres hacer el favor de decirme por qué has cerrado la puerta? — preguntó Lisa.

Me planté delante de ella.

—¡Lisa!, ¿cómo has podido creer que ibas a engáñarme de semejante manera? — exclamé de improviso, sin haber pensado lo más mínimo que empezaría así.

Esta vez no fueron las lágrimas, sino un sentimiento casi malvado lo que me atravesó súbitamente el corazón, tanto que ni siquiera yo me lo esperaba. Lisa se sonrojó, pero no respondió, continuando solamente mirándome a los ojos.

—Un momento, Lisa, un momento, ¡oh, qué imbécil soy! ¿Pero soy imbécil? Hasta ayer no se han cerrado en un haz todas las alusiones, pero hasta entonces, ¿cómo podía yo adivinar? ¿Por el hecho de que ibas a casa de Stolbieieva y a casa de esa... Daria Onissimovna? Pero yo lo consideraba como un sol, Lisa, ¿cómo podría habérseme ocurrido...? ¿Te acuerdas cómo te recibí, hace dos, meses, en su casa, y cómo salimos a pasearnos juntos al sol y cómo nos alegramos...? ¿Ya estaba todo en marcha entonces? ¿Sí?

Ella respondió inclínando afirmativamente la cabeza.

—¡Entonces ya me engañabas en aquel momento! No, Lisa, no era estupidez, era más bien egoísmo por mi parte. No es la estupidez la causa, es el egoísmo de mi corazón y... y quizá mi fe en tu santidad. ¡Oh, siempre he estado convencido de que vosotras estabais infinitamente por encima de mí... y he aquí...! Ayer, finalmente, en un solo día, no pude comprender a pesar de todas las alusiones... Y además ayer estaba muy ocupado con otra cosa.

Entonces me acordé de repente de Catalina Nicolaievna. Y sentí de nuevo un dolor en el corazón como una picadura de aguja, y me sonrojé violentamente. Como es natural, en aquel instante, yo no podía ser bueno.



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