El abrazo de la muerte by Don Tracy

El abrazo de la muerte by Don Tracy

autor:Don Tracy [Tracy, Don]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1934-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO V

1

El viernes al mediodía Bailey se acercó a mí en la oficina y dijo que quería verme fuera. Le seguí hasta la acera y él se sentó en el guardabarros del furgón blindado.

—¿Qué te parece, Johnny? —me preguntó⁠—. ¿Qué te parece si conduces tú por mí mañana en la entrega a la fábrica «Bliss»? Mi esposa ha invitado a unos amigos a ir a la playa a pasar el fin de semana, y me gustaría tener la tarde libre. Será mi última oportunidad de ir a la playa este año.

El corazón empezó a latirme con fuerza, pero procuré calmarme y me quejé.

—Lo he estado pensando —dije—. Es posible que tenga líos con Peterson. Nos las cargaremos los dos si se descubre. Me gustaría ayudarte, Bailey, pero no quiero perder mi empleo.

—No pasará nada —replicó él—. Nadie sabrá nada, sólo tú y Mac. Cuando regreséis de la fábrica «Bliss», puedes meter el furgón en el garaje y nadie sabrá nunca nada.

—No sé —dije.

—Por favor, Johnny —suplicó Bailey⁠—. Sé buen chico y ayúdame. Dijiste que lo harías.

—Me gustaría ayudarte y todo eso —⁠le dije⁠—, pero Peterson se enfadaría mucho.

—Vamos —insistió Bailey—. Sé buen compañero.

—Hablaré con Mac —dije al fin—. Si a él no le importa, lo haré.

—Gracias —dijo—. Gracias, Johnny. Algún día te devolveré el favor.

Echamos a andar hacia la oficina.

—Si surge algún problema —dije—, espero que me defiendas. Le contaré a Peterson lo que hay, por si se entera y quiere meterme en la cárcel o algo así.

—Me ocuparé de Peterson si lo descubre —⁠dijo Bailey⁠—. No tienes que temer por él.

Mac, cuando le conté lo convenido con Bailey, empezó a quejarse.

—Deberíamos llevar a otro guardia —⁠dijo⁠—. Dos no somos suficientes para ese trabajo.

—¿Cómo vamos a encontrar otro guardia sin que Peterson se entere de que Bailey se marcha antes? —⁠le pregunté.

—¿Por qué no pide simplemente que le dejen salir antes? —⁠quiso saber Mac⁠—. ¿Por qué no hace bien las cosas, en lugar de escabullirse de ese modo?

—Sabes que no quiere perder el tiempo —⁠expliqué⁠—. Todo irá bien. Yo llevaré el dinero, además de conducir. No hay nada que temer. Todo irá bien.

—No estoy asustado —dijo Mac—. Es sólo que si sucede algo será nuestro final.

—Bailey me ha prometido que intercederá si los de la oficina se enteran —⁠dije.

Él protestó un poco más, pero no podía hacer nada sin descubrir a Bailey y tenía miedo de que se enfadara. Por fin Mac dijo que de acuerdo, que no diría nada y dejaría que Bailey se marchara.

—Pero tienes que manipular tú el dinero —⁠me dijo⁠—. Además de conducir, tienes que llevar el dinero.

—Lo haré todo —repuse—. Lo único que tú tienes que hacer es plantar esos pies planos tuyos al lado de la puerta y yo haré el resto.

En cuanto pude salir de la oficina e ir a una cabina telefónica, llamé a Slim.

—De acuerdo —le dije—. Mañana. El tipo acaba de pedirme que haga aquello de lo que hablamos.

Él gruñó.

—Ven a casa esta noche —ordenó—. Lo organizaremos todo. Ven hacia las nueve.



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