Dunkerque by Joshua Levine

Dunkerque by Joshua Levine

autor:Joshua Levine [Levine, Joshua]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2017-06-26T16:00:00+00:00


Al tomar esta decisión, Su Majestad no habrá pasado por alto la extrema importancia de establecer un gobierno de unidad nacional con plena autoridad fuera de los territorios ocupados por el enemigo […] A mi entender, Su Alteza ha de considerar la posibilidad, incluso la probabilidad, de que le hagan prisionero, de que lo trasladen quizás a Alemania y, casi con toda certeza, de que le priven de toda comunicación con el mundo exterior.

Entre el 24 y el 27 de mayo, el ejército belga luchó a la desesperada en el río Lys. Hubo miles de bajas, los alemanes consiguieron finalmente cruzar el río y más de un millón de refugiados vagaban por las ciudades y pueblos del país. A las 12:30 del mediodía del 27 de mayo, sir Roger Keyes, que se encontraba junto a Leopoldo, envió un telegrama a Gort informándole de que se acercaba el momento en que el ejército belga, que llevaba cuatro días combatiendo sin descanso, no podría continuar resistiendo. «[Leopoldo] desea que tenga usted constancia, escribía Keyes, de que se verá obligado a rendirse». Dos horas más tarde, las autoridades francesas fueron igualmente informadas de que los belgas no podían seguir resistiendo. Y a las cinco de la tarde, Leopoldo envió un emisario a los alemanes solicitando los términos del alto el fuego.

Una hora después, el teniente coronel George Davy, representante de la Oficina de Guerra en el cuartel general del ejército belga, informó a Gort de que el rey había solicitado el alto el fuego, pero el mensaje no se recibió. Churchill, no obstante, estaba al corriente, porque a las siete de la tarde comunicó al comité de defensa la «preocupante noticia» de que los belgas habían pedido el armisticio. Media hora después los alemanes recibieron al emisario belga y esa misma noche entró en vigor la rendición incondicional.

Mientras tanto, Louis van Leemput, que entonces tenía trece años, se hallaba refugiado en casa de unos desconocidos, cerca de Ypres, con su madre y su hermano. Recuerda que al día siguiente, muy temprano, le despertaron las voces de la gente en la calle: «¡Están aquí los alemanes!», gritaban. Louis agradece a Leopoldo que pusiera fin a la guerra. «Me salvó la vida a mí, y a mi madre y mi hermano», cuenta.

Ese mismo día, sir Roger Keyes regresó a Londres para reunirse con el gabinete de guerra. Defendió con vehemencia la postura de Leopoldo e informó a los mandatarios británicos de que «únicamente la figura del rey ha mantenido unido al ejército belga estos últimos cuatro días». Tras la marcha de Keyes, Churchill se mostró relativamente tolerante con el monarca belga y afirmó que sin duda la Historia criticaría a Leopoldo por haber involucrado a Inglaterra y Francia en la ruina de Bélgica, pero añadió que no les correspondía a ellos juzgarle. Poco después, el teniente coronel Davy se sumó a la reunión e informó al gabinete de guerra del valor del que habían hecho gala las tropas belgas.

Ese mismo día, sin embargo, la opinión pública internacional empezó a volverse contra Leopoldo.



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