Dormir en un mar de estrellas by Christopher Paolini

Dormir en un mar de estrellas by Christopher Paolini

autor:Christopher Paolini [Paolini, Christopher]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-01T00:00:00+00:00


2.

Se vio a sí misma desde dos ángulos distintos, dentro del almacén de la Circunstancias Atenuantes. Su perspectiva era confusa: dos puntos de vista contradictorios que se solapaban y entremezclaban, produciendo una recreación distorsionada de aquel momento. Al igual que ocurría con la visualización de las imágenes, sentía una mezcla de emociones desordenadas que no parecían encajar entre sí: sorpresa, miedo, triunfo, rabia, desprecio, arrepentimiento.

Una de las perspectivas estaba intentando esconderse detrás de un estantería, moviéndose con una rapidez nacida del terror. La otra parecía confiada, envalentonada. Atacaba sin moverse del sitio, rasgando el aire con sus ardientes haces de luz.

Se vio a sí misma huyendo hacia la salida, pero era muy lenta, demasiado lenta. Unas púas negras brotaban de su piel de manera aleatoria, indisciplinada.

Entonces se dio la vuelta, con el rostro contraído de miedo y de furia, mientras levantaba la pistola que le había quitado a un muerto. El cañón se iluminó con un destello, y las balas golpearon las paredes.

La perspectiva temerosa gritaba y agitaba la mano, tratando desesperadamente de disuadirla.

La perspectiva audaz esquivaba los disparos, lanzándose velozmente entre las paredes, sin la menor preocupación.

Sus láseres hacían saltar chispas al vaporizar las balas.

Entonces, una de las balas impactó en la tubería roja del fondo del almacén, y sus dos perspectivas salieron volando en direcciones opuestas, zarandeadas por un trueno. Hubo un momento de negrura, y cuando recuperó la percepción, la fractura era aún mayor: ahora había tres conjuntos de recuerdos, y ninguno de ellos le resultaba familiar. El recién llegado era más pequeño y menos nítido que los anteriores; carecía de ojos, pero aun así era vagamente consciente de sus alrededores. Y lo poseían el mismo miedo y la misma ira que ella misma había sentido, pero amplificado por la confusión y la ausencia de rumbo.

La explosión había rasgado el casco de la Circunstancias Atenuantes. El viento arrastró todas sus perspectivas aisladas, y de pronto estaba flotando por el espacio, girando sobre sí misma. La trinidad de carnes desgarradas se retorcía de dolor, mientras contemplaba el mismo caleidoscopio de estrellas con tres mentes diferentes. Las dos primeras parecían más débiles, pues su visión se iba difuminando junto con su consciencia. Pero la tercera, no. Aun dañada, asustada y furiosa, aun incompleta, no carecía de fuerza motriz.

¿Adónde ir? Había perdido el contacto con su forma madre y la facultad de localizarla. Se habían roto demasiadas fibras; se habían interrumpido demasiados bucles. La redundancia fallaba, y el ciclo de autorreparación se detenía; faltaban los datos y los elementos necesarios.

Movida por una rabia y un terror que se negaban a remitir, se extendió cuanto pudo hasta aplanarse, esparciendo sus telarañas hacia el vacío, persiguiendo las fuentes de calor más cercanas, buscando frenéticamente a su forma madre, tal y como dictaba el patrón. Si fracasaba, la hibernación sería su sino.

Justo cuando el último resplandor de luz se desvanecía de la vista de las otras dos perspectivas (y ya sentían el abrazo asfixiante del olvido), las hebras los alcanzaron y se adhirieron a su carne.



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