Donde Llega La Marea by Penny Hancock

Donde Llega La Marea by Penny Hancock

autor:Penny Hancock [Hancock, Penny]
Format: epub
Tags: det_espionage, det_police
editor: www.papyrefb2.net


Capítulo 19

VIERNES POR LA NOCHE

HELEN

—¿Se sabe algo? —preguntó Helen.

Ésa era la primera pregunta que hacían todos en cuanto abrían la puerta de casa. La inexpresividad de los rostros era la única respuesta necesaria para saber que no había novedades.

Helen se sentó a la mesa de la cocina. El corazón se le aceleró al ver a Mick y Maria bebiendo vino tinto a la luz de una vela. Se sirvió una copa. A sus espaldas, oyó a Barney abriendo una lata de judías en salsa. Era evidente que acababa de llegar: aún llevaba consigo el olor a pub y a frío nocturno. Mick y Maria debían de haber estado a solas, juntos.

—¿Por qué hay tan poca luz?

—Me va bien para la migraña —dijo Maria—. Sufro ataques constantes desde que Jez...

Se le quebró la voz y no pudo seguir hablando.

Desahogarse con Sonia había ayudado a Helen a poner las cosas en perspectiva. Ahora sabía qué hacer: en lugar de dejarse llevar por la imaginación, debía tener presente la tensión a la que todos ellos estaban sometidos, y Maria en particular. Se acercó a su hermana, le puso una mano en el hombro y se lo apretó. Maria la apartó.

—¿Qué tal la ópera? —se interesó Mick.

—Bien —respondió Helen, que se sentó y tomó un largo trago de vino. Su hermana estaba insoportable y no iba a dejar que se acercara a ella—. He coincidido con Sonia y hemos ido a tomar una copa después de la función. ¿Me habéis guardado algo de cena?

—No, lo siento, no sabíamos a qué hora regresarías —se disculpó Mick.

—Quédate con la mía, no tengo hambre —dijo Maria, acercándole su plato de atún a la parrilla.

Helen miró el plato y luego se volvió hacia Mick, pero éste no le devolvió la mirada. Helen sintió cómo algo se rompía en su interior. ¡Fideos udon! Era su plato especial, pero Mick no le había guardado una ración.

Mick se volvió hacia Maria.

—¿Conoces a Sonia, la educadora de voz? Su marido, Greg, y yo tocábamos juntos en un grupo. Él es neurólogo, aunque últimamente pasa la mayor parte del tiempo dando conferencias. Supongo que, tarde o temprano, los conocerás.

—Perfecto —contestó Maria sin interés.

—Siempre y cuando no se muden antes, claro. Greg lleva un tiempo hablando de trasladarse a Ginebra.

El ambiente estaba cargado. No resultaba nada fácil hablar, entablar una conversación que no girara en torno a Jez; como si estuvieran en un escenario, interpretando un papel que no conocían.

—Sí, pero Sonia no quiere marcharse —dijo Helen—. Adora la casa del río, y se deprimió mucho cuando vivían en Norfolk.

—Ginebra no tiene nada que ver con Norfolk.

—Ella dice que tiene que permanecer junto al Támesis, por el bien de su salud.

—¡Ja! Todo el mundo sabe que los Alpes son mejor lugar para la salud que Londres —sentenció Mick.

—Depende de si nos referimos a la salud física o a la mental —replicó Helen—. El caso es que le he contado lo de Jez, y su teoría es que quizá tenga una amante.



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