Donde fuimos eternos by Helen Rytkönen

Donde fuimos eternos by Helen Rytkönen

autor:Helen Rytkönen [Rytkönen, Helen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-06-28T00:00:00+00:00


La entrada de la ginecóloga me sacó de mis recuerdos y la saludé, distraída. Asintió y dijo su nombre como presentación, tal y como se hacía muchas veces en el país. Nosotros hicimos lo propio y echó un vistazo a la tablet donde estaban los datos del cribado. No pude percibir nada en su rostro y desvié mi vista a la pantalla. Cuanto antes, mejor.

La imagen apareció de pronto y apreté la mano de Mario al ver que el bebé estaba allí, moviéndose y agitando sus extremidades. Tuve que contener un suspiro de alivio, que se vio estrangulado mientras Aksel y la doctora hacían las comprobaciones pertinentes. El silencio se hizo opresivo y tuve ganas de romperlo de cualquier forma. ¿Qué significaba aquello, que había algo mal?

—Los valores son normales —⁠dijo finalmente la doctora, y nos dirigió una pequeña sonrisa⁠—. Como saben, esto es un cribado y no una prueba diagnóstica, pero por lo que hemos medido, tanto la translucencia nucal como el hueso nasal están dentro de los valores habituales.

El alivio inundó todas las células de mi cuerpo mientras la médica seguía hablando y movía la sonda del ecógrafo.

—Todo va muy bien. El feto tiene el tamaño adecuado para las semanas de vida, también el peso está dentro de los estándares y si ven, por aquí ya vemos varias cosas interesantes.

La doctora siguió hablando en un fluido inglés y yo la miraba como si me estuviese dando la fórmula de la vida eterna. Volvimos a escuchar su apresurado corazón y fue entonces cuando noté lo mucho que estaba apretando los dedos de Mario. No había aflojado mi agarre desde que me los tendió al entrar la doctora, pero no lo había mirado ni una vez.

Busqué sus ojos y vi que estaban vidriosos. Algo se calentó dentro de mí y quizá por primera vez sentí que no estaba sola, que aquel hombre deseaba a su hijo igual o más que yo. Y cuando me permití sonreírle, me respondió con una dulzura que no recordaba haberle visto nunca. Ni siquiera las veces anteriores.

Quizá se debiese a que Mario tampoco era ya la persona que fue cuando estuvimos juntos.

Y eso tan obvio fue como una revelación para mí. Tanto que me agobié por la magnitud de lo que significaba y lo escondí en una cajita de mi mente, para cuando tuviese las fuerzas y ganas suficientes de enfrentarlo.

Volvimos a sentarnos, esta vez con Aksel y la médica, y nos dieron hora para la semana veinte, que era cuando se haría la ecografía selectiva. Además de eso, nos pidieron que viniésemos en la semana dieciséis para hacer una sesión de salud familiar y aprovechar para pesarme y ver, en general, cómo iba todo.

Cuando salimos, le dije a Mario que quería buscar un ginecólogo particular además del neuvola.

—Yo no aguanto hasta la semana veinte sin una eco, Mario, por mucho Doppler que me hagan. Quizá podamos hablar con Aksel para ver si nos puede recomendar alguno en el pueblo o en Jokirinne.

—Sí, se lo comentaré cuando lo vea en el entrenamiento.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.