Doctor Zhivago by Borís Pasternak

Doctor Zhivago by Borís Pasternak

autor:Borís Pasternak [Pasternak, Borís]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1956-12-31T16:00:00+00:00


10

Sobrevino una noche muy fría. Los huéspedes se lavaron y luego las mujeres fueron a preparar las camas en la habitación que se les había asignado. Shúrochka, habituado ya inconscientemente a ver acogidas con admiración sus gracias infantiles y, por este motivo, a expresarse siempre de una manera ingenuamente melindrosa y pueril, se sintió mortificado al ver que aquel día no tenían ningún éxito sus parloteos y nadie le prestaba la menor atención. Lamentábase de que no se hubieran quedado con el potrillo negro y cuando le regañaban para que se portase bien, se ponía a llorar por miedo a que lo devolvieran a la tienda de niños. Sabía que desde ella, cuando vino al mundo, lo llevaron a la casa de sus padres, y en alta voz manifestaba su miedo, pero sus puerilidades no producían ningún efecto. Embarazados por hallarse en una casa ajena, los mayores se comportaban con diligencia y se sumían silenciosos en sus quehaceres. Shúrochka se sentía ofendido y ponía morritos, como dicen las nodrizas. Le dieron de cenar, lo metieron, no sin trabajo, en la cama y, por último, se quedó dormido. Ustinia, la doncella de Mikulitsyn, se llevó a Niusha para que cenase y para iniciarla en los secretos de la casa. Antonina Alexándrovna y los hombres fueron invitados a tomar el té de la tarde.

Alexandr Alexándrovich y Yuri Andrieévich pidieron antes permiso para ausentarse un momento y salieron a la puerta para respirar un poco de aire fresco.

—¡Cuántas estrellas! —exclamó Alexandr Alexándrovich.

Había oscurecido ya. Con todo y estar a dos pasos uno de otro, suegro y yerno no conseguían verse. Tras ellos, desde la esquina de la casa, la luz de la lámpara atravesaba la ventana y se proyectaba en el barranco. Bajo su trayectoria, arbustos, árboles y otras sombras indistintas se esfumaban en el frío húmedo. El haz de luz, al no alcanzar a los que estaban hablando, hacía todavía más densa la tiniebla que los rodeaba.

—Lo primero que habrá que hacer mañana será examinar la construcción que se nos ha asignado y, si resulta habitable, arreglarla enseguida. Mientras la ponemos en condiciones, vendrá el deshielo y la tierra se calentará. Entonces, sin pérdida de tiempo, hay que preparar el huerto. Por lo que ha dicho, me ha parecido comprender que nos ayudará dándonos patatas para la siembra. O quizá no lo entendí bien.

—Lo ha prometido, lo ha prometido. Y también otras semillas. Lo he oído perfectamente. El chiribitil que nos ofrece ya lo vimos al pasar, cuando atravesábamos el bosque. ¿Sabes cuál es? Es la parte posterior de la casa principal, inundada de ortigas. Es de madera, mientras que el cuerpo de la casa es de piedra. Te lo enseñé desde el carro, ¿recuerdas? Allí comenzaría a cavar para hacer el huerto. En otro tiempo debieron de cultivar flores. Así me pareció desde lejos. Pero puedo haberme equivocado. Habrá que evitar los senderos, dejarlos. La tierra de los antiguos parterres estará, probablemente, bien abonada y será rica en humus.

Mañana lo veremos. No sé.



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