Diario de una cantante by Corín Tellado

Diario de una cantante by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1982-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO X

YA se sabe que de los artistas famosos se dicen muchas cosas que no son ciertas, pero hay imágenes que no dejan lugar a dudas y que hablan por sí solas, y no son suposiciones. Las palabras las dice cualquiera, es bien cierto, y casi siempre son inventos, pero las fotografías reproducidas en revistas y periódicos de gran tirada son evidentes; no dejan lugar a ninguna duda.

Eso a mí me faltaba por saberlo aún. Y es que, si bien lo sabía de los demás, nunca se me ocurrió pensar que me podía suceder a mí. Pues me estaba sucediendo.

Tenía un contrato en Los Ángeles. Debía de actuar allí por espacio de una semana, en un parque de atracciones inmenso, donde habría miles y miles de almas oyéndome. Todo estaba montado. Por la actuación me pagarían una fortuna. La casa discográfica Hamilton llevaba todos mis asuntos, como llevaba los de muchos otros famosos. Para estos, Los Ángeles era como punto neurálgico de todo el mundo americano. Yo era inglesa, de acuerdo, y actuaba en el Reino Unido durante algunos meses del año, si bien… ya era artista internacional, no tenía fronteras para actuar y en cualquier parte se me conocía.

Me hospedaba en un hotel, junto conmigo todo el equipo que me acompañaba, como eran Molly, Rick, los músicos, los publicitarios y hasta el arreglador de imagen. A la semana siguiente tenía previsto, Londres, ya que me pasaría parte del verano actuando en distintos puntos importantes de Inglaterra y Francia.

Bueno, pues, como decía, esa mañana Molly entró en mi suite sin llamar. Yo no soy dormilona, pero había estado con Chel en una playa la tarde anterior, camuflada como cualquier persona anónima. Al menos, eso suponía yo. Suele ocurrir que, entre actuación y actuación, tenga un día libre. Lo había tenido el día anterior. Lo pasamos juntos Chel y yo como dos desconocidos. Él, con gafas; yo, también. Tirados al sol en la arena, en un lugar solitario, habíamos hablado largamente del futuro, ya que esperábamos que lo del divorcio de Chel lo arreglara Jeff Hamilton con su dinero, su poder y su diplomacia de lidiador en cuestiones comerciales.

Chel se había ido en el avión privado por esa noche. Había prometido volver al finalizar yo las actuaciones en Los Ángeles, con el fin de regresar con nosotros a Liverpool y volar a Londres seguidamente después de un día de descanso.

Me asombró ver a Molly pálida, blandiendo en la mano un montón de periódicos. Por lo regular y pese a la gran amistad fraternal que nos unía, Molly nunca entraba en mi cuarto sin llamar, pues si bien yo no había contado mi relación íntima con Chel, Molly no era tonta, y menos aún Rick.

—Molly, ¿qué ocurre?

Mi gran amiga casi lloraba. Estaba indignada, triste, se diría que desesperada, como, evidentemente, después lo estuve yo. Extendió ante mí la prensa. Eran cuatro periódicos. Tres de Los Ángeles y uno inglés.

—Mira —me dijo, apuntando con el dedo mi propia imagen.

Me quedé helada y me senté en el lecho, como si el colchón tuviera agujas.



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