Deviat3. Solo los fuertes sobreviven by Jay Kristoff

Deviat3. Solo los fuertes sobreviven by Jay Kristoff

autor:Jay Kristoff [Kristoff, Jay]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-01T00:00:00+00:00


El cielo ardía rojo oscuro en su caída hacia el ocaso. Lemon estaba sentada en un saliente rocoso, zampándose una rodaja de… Bueno, no recordaba cómo se llamaba, pero estaba dulce y pegajoso y era casi lo más delicioso que había probado en toda su vida. Era la cuarta pieza de fruta de verdad que se comía, en realidad. Las primeras tres estaban ya cómodamente instaladas en su estómago.

Había dormido algunas horas, después de decidir que hacía demasiado calor para largarse antes de que cayera la noche. Tenía la mente atestada de las cosas que había leído durante el día: los conceptos de la mutación genética, de la selección natural, de la evolución. Mirando a su alrededor, veía que era verdad. Había vivido cada día de su vida en un mundo donde solo los fuertes sobrevivían. Nunca había imaginado que ella sería uno de ellos.

Homo superior.

Oyó pasos acercándose. Levantó la mirada para ver al niño grande, Fix, acortando la distancia con unos pantalones de camuflaje amplios y una camiseta que era ceñida pero en el buen sentido. Esos maravillosos ojos verdes suyos estaban ocultos tras sus gafas de protección, y llevaba un fusil de asalto casi tan grande como él. Se detuvo ante ella, se tocó su perfecto tupé para asegurarse de que todo estaba en su sitio. No estaba segura de cómo conseguía que se mantuviera en pie. Con algún tipo de pegamento industrial, quizá.

—El comandante quiere verte —le dijo.

—¿Para qué? —le preguntó Lemon.

—¿Te crees que soy tu asistente personal, Enana? ¿Por qué no vienes y lo descubres tú? ¿Y qué cajones estás haciendo aquí fuera, de todos modos? No puedes sentarte a echar el rato al raso en época de guerra.

—Uhm… Nadie me dijo que no pudiera.

—Bueno, yo te lo estoy diciendo ahora. Mueve el bruto culo.

El niño grande levantó el fusil, esperando con expectación. Lemon suspiró y bajó de su roca, se frotó las manos pegajosas contra los pantalones del uniforme. Siguió a Fix por la arena y bajó de nuevo al Lolita.

—¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí? —le preguntó mientras descendía las escaleras.

—Casi cuatro años ya —le contestó Fix.

—Grimm me contó que tú rescataste al comandante.

—Sí, señora —asintió—. Yo fui al primero al que reclutó para luchar. Diesel se unió casi un año después. Más tarde llegó Grimm.

—Entonces, ¿solo ha encontrado a tres en todo este tiempo?

—Bueeeno, encontró a un par más. El problema es que la marchita Hermandad suele encontrarlos primero. No somos muchos, para empezar. Y la mayoría de los frikis no recibe el don como nosotros. Algunos nacen con seis dedos, o con un agujero de más en la nariz y cosas así.

—Y la Hermandad los crucifica de todos modos.

El chico miró sobre su hombro, levantó una ceja.

—Solo los fuertes sobreviven, Enana. Da las gracias por lo que has recibido.

Llegaron al nivel base y Lemon miró al niño grande de arriba abajo. Fix era brusco, duro, imponentemente grande. Pero recordaba el cuidado con el que había sostenido a Diesel en el jardín, el alivio en sus ojos cuando ella abrió los suyos.



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