De Kant a Hölderlin by Felipe Martínez Marzoa

De Kant a Hölderlin by Felipe Martínez Marzoa

autor:Felipe Martínez Marzoa [Martínez Marzoa, Felipe]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1992-01-01T00:00:00+00:00


Parte tercera:

Hölderlin

3.1

Transición

Empecemos resumiendo algunos conceptos que hemos desarrollado en las dos partes precedentes.

Lo que motiva el intento de tránsito de la lectura M a la lectura J de Kant es la exigencia de la génesis, exigencia que representa una huida ante la paradoja de que la validez hubiese de ser precisamente aquello que no puede ser validez-absoluta. Esa tendencia a la génesis es, sin embargo, profundamente antikantiana, pues el pensamiento de Kant no puede entenderse de otro modo que en su carácter de epagogé, carácter que está vinculado a lo que reiteradamente hemos llamado la finitud y también algunas veces la diferencia, a saber, de aquello en lo que consiste la validez a lo válido, del ser a lo ente. A la finitud, la diferencia y la epagogé está vinculado el tipo de «uno» o de «común» que, tomando palabras del propio Kant, hemos llamado «raíz común desconocida». En cuanto a qué significa esto y cómo se caracteriza en la obra de Kant lo así designado, damos por entendido todo lo dicho en los capítulos precedentes y por asumidos los sentidos que allí hemos dado a ciertas palabras. Destaquemos ahora en particular que la separación con respecto a esa «raíz común» es: el acto por el que el modo de construcción se fija, esto es, se constituye en regla, por lo tanto el acto en el que el universal se produce al segregarse del caso concreto de su aplicación, acto que no es sino la posición de objetividad, de la cual quedó dicho que es lo mismo que la autoposición, por cuanto el que las representaciones hayan de poder ser reunidas en una y en cada caso sólo una interpretación de la situación objetiva es lo mismo que el que todas ellas sean las representaciones de un mismo y único representante de ture; en otras palabras: la posición, la fijación de un quid, es idéntica con la autoposición; el ser-objeto del objeto es lo mismo que el ser-sujeto del sujeto; ambas cosas, producción del universal (regla de construcción, concepto, fijación de un quid) y autorreferencia, son los en principio «dos» sentidos de la palabra «reflexión», los cuales, en virtud de desarrollos kantianos ya expuestos y a los que acabamos de aludir resumidamente, no son dos, sino uno solo; «antes» de la reflexión, no hay conocimiento, pues nada se caracteriza como tal o cual, y no lo hay porque ese «antes» es también «antes» de la distinción de conocimiento y decisión, o sea, no hay tampoco decisión, pues también la decisión, la máxima, implica el establecimiento de un quid. La separación por la que el concepto (separándose frente al esquema) es concepto y por el otro lado queda la sensación, es la misma por la que la decisión es decisión y el conocimiento es conocimiento[28]. Donde no hay separación del universal frente al caso concreto, donde, pues, tampoco la hay del sujeto frente al objeto, no hay en general poner, fijar, establecer. Lo arreflexivo, prerreflexivo o transreflexivo es la áthesis, la ausencia de todo «poner».



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