Cuerpos malditos by Lucía Baskaran

Cuerpos malditos by Lucía Baskaran

autor:Lucía Baskaran [Baskaran, Lucía]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-01T00:00:00+00:00


XXII

—Mira, por lo menos Mikel no me puede largar y además me va a tener que pagar por estar aquí sentada.

Ane tiene un esguince. El médico le ha dado la baja y le ha recomendado reposo, una palabra que no entra en el vocabulario de mi amiga. Intenta levantarse por segunda vez:

—Estate quieta —le ordeno. Ane suspira resignada.

—Quiero beber agua.

—Ya te la traigo yo. Tú no te muevas.

—Por lo menos pásame mi kit. No me mires así. La marihuana tiene efectos sanadores. —Hace un puchero—. Me duele un montón.

—Cuentista —le digo mientras le alcanzo la carterita de cuero. Paso tres días cuidando de ella. La instalo en el sofá y cocino para las dos, la ayudo a ir al baño, limpio la casa, hacemos una lista de las series y películas que tenemos pendientes y las vemos, escojo los libros que más me han gustado últimamente y se los pongo al lado. Intento distraerme, no pensar en Otto. Reconozco que cuidar de Ane me produce cierta satisfacción. Ane la guerrera, Ane la valiente, Ane la que no necesita a nadie, de repente me necesita. El muro entre nosotras se va difuminando.

—Mi madre quiere pasar a verme —me dice el segundo día.

—Claro.

—Ibai también quiere pasarse.

—Genial. ¿Hago cena para los cuatro?

—Vale.

Ane conoció a Ibai en su primer trabajo como camarera. Él llevaba muchos años en hostelería y le enseñó todo lo que sabía. Gracias a Ibai, Ane sabe secar los vasos sin que queden feos, dejar la barra reluciente en poco tiempo y con poco esfuerzo, llenar las cámaras sin necesidad de partirse la espalda, llevar las cuentas del bar, hablar con los proveedores, sacarle espuma a la leche, preparar capuchinos buenísimos y hasta hacer algún cóctel. Desde que se conocen, han sido confidentes y compañeros de juergas a las que yo me unía de vez en cuando y de las que me cansé pronto por no poder seguirles el ritmo. Ane insistía en que yo fuera, ya que Ibai solía abandonarla sin darle explicaciones o marcharse durante un rato largo, y cuando Ane, desesperada al ver que no contestaba a sus llamadas, estaba a punto de irse a casa, volvía a aparecer. «Es que no sabes qué maromo, maja. ¿Cómo le voy a decir que no a semejante tío?».

—Voy al súper. ¿Necesitas algo? —Ane está ojeando uno de los libros que le he dejado al lado. Contesta sin mirarme.

—No.

—¿Te vas a estar quieta hasta que yo vuelva?

—No.

—Ane.

—Que sí, pesada.

«Ibai no come carne, Carmen es intolerante al gluten, Ane y yo nos tragamos cualquier cosa», pienso mientras recorro los pasillos del supermercado en busca de inspiración. Me decido por algo sencillo y vistoso: verduras cocinadas en leche de coco, especias y zumo de lima acompañadas de arroz rojo. Una botella de blanco y otra de tinto. Mejor dos de cada, por si acaso.

—¡Alicia!

Una mujer me saluda desde el otro lado del pasillo y se acerca a mí sonriente. Hacía tiempo que no veía una mujer tan guapa, una mujer que apenas necesita arreglos, de las que con un vaquero y una camiseta están espectaculares.



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