Cuentos Volumen 1 by Julio Verne

Cuentos Volumen 1 by Julio Verne

autor:Julio Verne [Verne, Julio]
La lengua: spa
Format: mobi
Tags: Ciencia Ficción
publicado: 2013-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo X

El rapto y sus consecuencias

—¡En marcha! —dijo Martín Paz

Y el marqués siguió en silencio al indio. Le habían robado a su hija y necesitaba encontrarla.

Se pusieron ambos calzones con correas en las rodillas, se cubrieron con grandes sombreros de paja, montó cada uno en una mula, después de haber puesto en las pistoleras buenas pistolas, y emprendieron la marcha, llevando, además, al costado una carabina. Martín Paz llevaba también un lazo, cuyo extremo iba sujeto al arzón de la silla.

Martín Paz conocía las llanuras y las montañas que iban a atravesar y sabía a qué país perdido llevaba el Zambo a su novia. ¡Su novia...! ¿Se atrevería a dar este nombre a la hija del marqués?

El español y el indio, sin más que una sola idea y con un solo propósito, penetraron en las gargantas de la cordillera, donde crecían los cocoteros y los pinos. Los cedros, los algodoneros, los áloes quedaban tras ellos en las llanuras cubiertas de maíz. Algunos cactos espinosos picaban a veces a sus cabalgaduras, haciéndolas vacilar sobre la pendiente de los precipicios.

A la sazón era empresa dificilísima atravesar las montañas, porque las nieves se derretían a los rayos del sol de junio. El agua formaba cataratas espumeantes y estruendosas que se desprendían de las cumbres de los montes y rodaban hasta insondables abismos.

Esto no obstante, el marqués y Martín Paz corrían día y noche sin descanso un solo instante, hasta que llegaron a la cumbre de los Andes, a catorce mil pies sobre el nivel del mar. Allí no había ya árboles ni vegetación, y con frecuencia se veían envueltos en las terribles tempestades de la cordillera que levantaban torbellinos de nieve sobre los picos más elevados. El marqués se detenía a veces a su pesar, pero Martín Paz lo sostenía y lo abrigaba contra las inmensas ventiscas de nieve.

En aquel punto, el más elevado de los Andes, sometidos a un estado enfermizo, que hace temblar al hombre más intrépido, necesitaron hacer grandísimos esfuerzos de voluntad para resistir a la fatiga.

En la vertiente oriental de la cordillera encontraron, al fin, las huellas de los indios, y bajaron de las montañas.

Al llegar a las inmensas selvas vírgenes que tanto abundan en las llanuras situadas entre el Perú y el Brasil, Martín Paz tuvo necesidad de hacer uso de su extraordinaria sagacidad india para caminar a través de aquellos bosques inextricables.

Un fuego medio apagado, señales de pasos, la rotura de algunas ramas, la naturaleza de los vestigios, todo era para él objeto de un detenido examen.

El marqués temía que a su desgraciada hija la hubieran obligado a caminar a pie por las piedras y las arenas; pero el indio le mostró algunos guijarros incrustados en tierra que revelaban la presión de la pata de un animal; por encima de sus cabezas vieron ramas que habían sido desviadas en la misma dirección, y que no podían ser alcanzadas sino por una persona a caballo. El marqués cobraba esperanzas, y Martín Paz iba tan confiado y era tan hábil, que no había para él ni obstáculos insuperables ni peligros invencibles.



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