Cuentos del General by Vicente Riva Palacio

Cuentos del General by Vicente Riva Palacio

autor:Vicente Riva Palacio [Riva Palacio, Vicente]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1895-12-31T16:00:00+00:00


Las cuatro esquinas

Los hombres más juiciosos no son más que locos mansos. Oigan ustedes esta historia. Tengo desde hace muchos años íntima amistad con el conde del Sarmiento; un hombre inteligente, instruido, caballeroso y del que puede decirse que si no es un genio, es por lo menos un escritor distinguido.

Una mañana entró en mi alcoba cuando acababa yo de despertar.

—Perdóname —dijo— que tan temprano venga a molestarte. Quiero que seas mi padrino.

—¿Pero vas a batirte?

—Sí; he tenido anoche algunas palabras con un caballero que se llama Román Santiurce.

—Le conozco bien. ¿Y qué palabras han sido ésas?

—Bueno…, cualquier cosa; pero yo necesito batirme con él.

—No, poco a poco; explícame primero, y después resolveré si te ayudo o no.

—Pues óyeme, y fíjate para que veas que me sobra razón. Tú sabes que tengo relaciones con Clotilde y estoy apasionado de ella hasta la locura. Clotilde tiene en el Real una butaca en el turno primero y como debes suponer, me encanta estarla mirando durante la representación. ¡Pues ahí va lo grande! Yo veo a Clotilde desde mi platea; pero en la butaca que está delante de ella se sienta ese hombre, y como le hace el amor a Lucía, ya la conoces, que está al lado de él, inclina la cabeza y me oculta siempre a Clotilde, me la eclipsa; dirijo para ella mis gemelos, y en vez de encontrarme el rostro de Clotilde, siempre es la horrible cara de ese hombre la que estoy mirando, y esa contrariedad cada turno primero, me ha hecho crear un fondo de odio contra él, que le mataría con mucho gusto por no volver a ver esa cara. Por su parte, él debe estar enamorado de Lucía, y se supone que yo miro para donde ellos están por hacerle el amor a ella, y me detesta; sí, me detesta; se lo conozco.

Anoche me dirigió los gemelos con insistencia, lo cual, como comprendes, es una verdadera provocación. Salimos, cambiamos algunas palabras, y cambiamos también nuestras tarjetas. Conque ya sabes la historia.

Procuré convencerle de que no tenía razón, pero fue imposible; estaba empeñado en batirse con Román. El eclipse de Clotilde en el Real le tenía fuera de tino.

Acepté la comisión reflexionando que era el mejor camino para evitar un lance. Busqué un amigo de confianza, hablamos con Román y con sus padrinos, y no hubo desafío, sino las explicaciones que eran naturales.

Pasaron siete meses; almorzaba yo con el conde y me dijo:

—¿Sabes que he tronado con Clotilde?

—¡Hombre, no!, ¿y por qué ha sido?, ¿no estabas tan apasionado de ella?

—Es verdad; pero mira. Ya conoces la íntima amistad que tengo con Román; después de aquella locura del duelo, que tú cortaste con tanta prudencia, y desde que él supo que yo a quien buscaba con los gemelos era a Clotilde y no a Lucía, comenzaron a intimarse nuestras relaciones, y ahora somos como dos hermanos.

Clotilde, por caprichos de mujeres, le tiene mala voluntad; siempre me habla mal de él, poniéndole en ridículo, sobre todo desde que supo que había reñido con Lucía.



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