Cuéntame una historia by Carlos Goñi

Cuéntame una historia by Carlos Goñi

autor:Carlos Goñi [Goñi, Carlos]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2010-12-31T16:00:00+00:00


MAESTRA DE LA VIDA

Un supersticioso sólo necesita un fenómeno extraño, fortuito o fuera de lo común para que su cordura se disipe. La superstición es un exceso de fe en que algo ocurrirá si ocurre algo, es decir, que ciertos acontecimientos tienen la virtud de generar ciertos acontecimientos siempre y cuando el supersticioso haga algo (se supone que irracional). Quizá se entienda mejor con la historia que acabamos de contar: Babilonia sólo caerá si pare una mula, pero ha parido una mula en las cuadras de Zópiro, por tanto, Babilonia tiene los días contados. Las condiciones supersticiosas están puestas, sólo queda que Zópiro haga algo lo suficientemente insensato como para que el silogismo irracional sea concluyente.

Estamos ante un comportamiento típicamente supersticioso que nos saca de los raíles de la racionalidad y de la lógica, aunque, como hemos visto, la superstición tiene su lógica, y muy rígida, por cierto. La inferencia supersticiosa goza de una gran solidez, del tipo «si… entonces», pero entre medias hay que poner un hecho fortuito (como que se derrame la sal, se cruce un gato negro o que abramos un paraguas bajo techo). Puestas las premisas, la lógica supersticiosa hace estragos: con una rigidez espantosa el crédulo pierde la cordura y se abraza con todas sus fuerzas a un dogma que le obliga a hacer locuras, como cortarse la nariz y las orejas.

El fenómeno extraño o infrecuente no es más que un fenómeno extraño o infrecuente, nada más, pero para el supersticioso tiene la capacidad de desencadenar nefastas consecuencias. Por sí mismo, no hace nada, no es causa, sino sólo razón para que el crédulo pierda la suya. El supersticioso le da valor causal a algo meramente casual. La casualidad la convierte en causalidad. Para él algunos fenómenos naturales (por extraños o casuales) tienen algo de sobrenatural y pueden provocar efectos imprevistos.

Aparte del parto de la mula de Zópiro, un animal estéril, el propio Heródoto nos informa de otros fenómenos fuera de lo natural como la acémila que parió un muleto dotado de órganos genitales de macho y de hembra. Eso ocurrió mientras Jerjes se hallaba en Sardes a la espera de cruzar el Helesponto para ir contra Grecia. Cuando cruzó el estrecho, ocurrió algo más extraordinario si cabe: una yegua parió una liebre (VII, 57).

Una nota del traductor nos asegura que en 1527 una mula romana tuvo un potrillo y que en Valencia, en 1762, otra parió cinco. Pero no nos informa de si hubo algún Zópiro que interpretó los hechos como señales.

Plutarco, en sus Vidas paralelas, nos cuenta que en cierta ocasión le presentaron a Pericles un carnero con un solo cuerno en la mitad de la frente, un auténtico unicornio. El estadista llamó al adivino Lampón y al físico Anaxágoras para que explicaran el fenómeno. El primero quiso ver una señal según la cual, la cabeza de Atenas dejaría de estar coronada por dos hombres, es decir, por Tucídides y Pericles, como lo estaba en aquel momento, y pasaría a ser gobernada por uno solo.



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