Cuando el abismo separa by Nicholas Evans

Cuando el abismo separa by Nicholas Evans

autor:Nicholas Evans [Evans, Nicholas]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2005-03-02T16:00:00+00:00


Capítulo 16

Había pasado menos de un año desde la última vez que había estado allí. Pero al igual que muchas otras cosas en la vida de Abbie, durante aquellos meses el lugar había sufrido una transformación total. Ella y Ty estaban sujetando a sus caballos en la cima del mismo risco al que habían subido dos veranos antes con el padre de él y desde la que habían visto al águila dorada elevarse sobre el río. Habían llegado allí siguiendo la misma ruta, avanzando entre la salvia a lomos de la misma pareja de caballos. Pero ahí acababan las semejanzas. El paisaje que contemplaban ahora pertenecía a un planeta desolado.

—Dios mío —murmuró ella.

—Ya te dije que no lo reconocerías.

Incluso las montañas parecían cambiadas aquella mañana gris y sofocante de mayo; más oscuras, con una lejanía mayor que resultaba inquietante. El río estaba bajo y lucía un color ceniciento, y parecía que hubieran echado cal en sus orillas. Río abajo, donde antes los remansos emitían un murmullo y relucían entre los sauces, ahora había un desierto de guijarros y barro endurecido, todo ello manchado de blanco en las zonas donde el agua salada se había secado. El agua había matado a los potros y el ganado de los Hawkins.

—¿Ves los álamos de allí abajo? A estas alturas todos deberían estar echando hojas. Están muertos. Hasta el último de ellos. Creíamos que conseguirían sobrevivir, pero no ha sido así. ¿Y ves aquello de allí abajo? ¿Donde mi padre te llevó a ver los potros? En esta época del año aquellas praderas solían estar tan llenas de flores que no podías caminar sin mancharte la ropa de amarillo. Míralas ahora.

Abbie permaneció en la silla de montar, sacudiendo la cabeza.

—No me lo puedo creer.

Ty se rió.

—Vaya, pues no has visto ni la mitad. Vamos, te lo enseñaré.

Él hizo dar la vuelta a su caballo y azuzó al animal para que avanzara. Volvieron por donde habían venido, pasaron junto a la hendidura de roca rojiza y atravesaron el campo cubierto de salvia. En lugar de girar a la izquierda en dirección al rancho, torcieron a la derecha y se encaminaron hacia las montañas para luego ascender por un valle serpenteante, salpicado a cada lado de cantos rodados y pinos nudosos, algunos de los cuales, según le había dicho el padre de Ty a Abbie, tenían más de mil años.

Mientras subían por el valle oyó un rumor que se fue haciendo cada vez más fuerte hasta que llegaron a un recodo. Ty detuvo su caballo, y ella se le acercó lentamente y también paró.

—Bueno, ahí lo tienes —dijo él—. Antes eran buenos prados. Ahora que ha desaparecido la capa superficial del suelo, ya no va a crecer nada, ni siquiera cuando esos tipos se hayan marchado.

Delante de ellos había sido excavado un extenso camino de tierra que atravesaba el valle de lado a lado, y al fondo había un mar de barro seco, revuelto y surcado por huellas de neumáticos. Había cables de alta tensión y



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