Crimen en la colina by Carlo Flamigni

Crimen en la colina by Carlo Flamigni

autor:Carlo Flamigni [Flamigni, Carlo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2007-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo X

* * *

La investigación no progresa mucho. Los míticos internados religiosos. Los sentimientos de la Mariuccia.

El cuerpo del niño había sido enviado al Instituto de Medicina Legal para la autopsia, el juez encargado de las investigaciones declaró a la prensa que las investigaciones no excluían ninguna hipótesis. Esta vez el niño no había sido violado, por lo menos a primera vista, los dos delitos parecían obra de personas distintas, no se conseguía intuir un diseño común, por más que el sentido común siguiera haciéndolo suponer así.

Aquella nota, la que había sido interpretada como una petición de ayuda, unía sin embargo los asesinatos de ambos niños de manera inextricable. La conclusión más obvia, por el momento, era inevitablemente la que el propio asesino misterioso proponía: había un hombre que, arrastrado por la propia locura hacia esos horrendos delitos, era consciente de no poder detenerse y les pedía a los demás que lo hicieran por él. Una versión de película policíaca de segunda categoría, que los psicólogos interrogados por los investigadores descartaban sin vacilar.

—Sigo convencido —le decía Macbetto a Primo mientras se tomaban un café— de que no se trata de un loco, sino de un hombre que sigue un designio preciso, y de que, mientras no conozcamos ese designio, sus actos seguirán pareciéndonos incomprensibles e irracionales. Ha hecho lo posible para que sospecháramos del cura y después prácticamente lo ha exculpado, el padre Vittorio tiene una coartada difícil de refutar, esta vez es el sacristán quien lo exculpa. Entre sus víctimas, e incluyo también el intento de rapto de tu hija, no hay relación aparente. Decimos públicamente que estamos mirando por todas partes pero lo cierto es que no sabemos hacia dónde mirar, aquí no hay dinero en juego, ni cuestiones de celos, solo podemos contar con nuestra suerte o con sus posibles errores.

—Ni siquiera estamos seguros —dijo Primo— de que eso sea una petición de ayuda; podría ser un desafío, o incluso una solicitud dirigida hacia alguien en particular, el significado sería muy distinto.

Esa mañana había discutido con Maria sobre los riesgos que corrían las niñas al quedarse en el pueblo, con aquella amenaza oscura e incomprensible que asustaba a todo el mundo; Maria, ahora que las niñas estaban bajo la protección de Pavolone, había vuelto a recobrar la tranquilidad, y además la casa le gustaba, el pueblo también, y Beatrice se estaba olvidando de su enfermedad. Decidieron quedarse, para gran satisfacción de Proverbio, que había encontrado los mejores jugadores de maraffone de toda su vida y experimentaba cada día inefables experiencias.

Primo tenía que bajar a la ciudad para reunirse con su editor y aprovechó para llamar al padre Pino e invitarlo a comer. El sacerdote, después del segundo vaso de vino, se volvía locuaz y Primo intentó sonsacarle algo más acerca del padre Vittorio. El cura no sabía mucho más de lo que le había contado la primera vez: tenía la impresión —aunque no estaba seguro— de que había dado clases durante unos cuantos años en un internado



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