Cosmodea by Elliot Dooley

Cosmodea by Elliot Dooley

autor:Elliot Dooley
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción
publicado: 1981-10-22T22:00:00+00:00


* * *

La noche había transcurrido muy agitada. Las patrullas de Linarik prosiguieron incansables con sus registros y la detención de sospechosos.

Desde la terraza del cuartel de la Guardia, tú veías cómo los Orejas y Escoltas recorrían una y otra vez las aceras rodantes a fin de evitar el atentado que si para ellos era sólo una presunción para ti era una certeza.

Continuaste inmóvil en la terraza viendo cómo las dos lunas se fundían en el cielo al aparecer las luces brillantes del sol.

Había llegado la hora.

Diste media vuelta y pasaste a tu aposento para distribuir los explosivos por tu cuerpo, disimulándolos cuidadosamente bajo el uniforme.

Al terminar, te examinaste de pies a cabeza buscando cualquier posible fallo, pero no había ninguno.

Todo estaba en orden.

En apariencia, aunque llevaras encima de ti aquellas cargas explosivas, nada había variado en tu aspecto.

Quien te conociera íntimamente podía pensar que habías engordado algunos kilos. Pero eso era todo.

—Sólo un registro a fondo me puede descubrir...

Esto era ya un motivo de tranquilidad porque el traslado de los explosivos hasta el lugar previsto era otro de los riesgos —y no precisamente el menor— que tú debías asumir.

Colocaste sobre tu cabeza el casco con la cimera de gala y, con paso firme y decidido, saliste del cuartel de la Guardia Imperial para encaminarte a la acera rodante que debía llevarte hasta tu objetivo.

Una patrulla se cruzó en tu camino, pero su jefe, reconociéndote como el hombre que había capturado Boiat, se hizo a un lado al par que te saludaba militarmente.

Correspondiste el saludo y, sin manifestar ningún interés por lo que ellos pudieran estar haciendo, seguiste en la acera que rodaba lenta pero inexorablemente hacia tu destino.

El sitio que Wallagg y tú habíais elegido era perfecto. Por eso no tuviste que hacer más que salir de la acera rodante y agacharte para dejar debajo de ella la primera de las bombas de distracción. Luego, sin volver todavía a la acera rodante, caminaste paralelamente a ésta durante una veintena de metros, depositando entonces la segunda de las bombas.

Fue entonces, justo al regresar a la acera, cuando tuviste el momento de mayor angustia.

Todo el plan, tan cuidadosamente preparado, estuvo en un tris de venirse abajo.

Una patrulla auxiliar, mandada por tu propio hermano Higor, te dio el alto cuando ibas ya hacia el último objetivo, a colocar el explosivo que había de hacer volar por los aires al tirano.

Quedaste quieto, mirando con fijeza a Higor.

Tú no sabías cuáles eran las ideas de tu hermano respecto a Thriakai y a Cosmodea. Sí te constaba que tenía celos de ti por haber ascendido mucho más aprisa que él.

Ahora iba a tenerte a su merced. Era la ocasión idónea para hundirte y para ascender él al mismo tiempo.

Higor se plantó delante de ti, extrañado por verte solo en aquel lugar, pero más aún porque te había visto entrar en la acera rodante de una manera tan poco habitual.

—¿No estás de servicio, Giorg?

—No. Ya lo ves.

—Es muy extraño. Nos dijeron que hoy habría trabajo para todos.



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