Congo - Una historia épica by David Van Reybrouck

Congo - Una historia épica by David Van Reybrouck

autor:David Van Reybrouck [Van Reybrouck, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2010-01-05T00:00:00+00:00


* * *

Durante una de nuestras conversaciones, Jamais Kolonga me mostró una curiosa foto muy arrugada. Un grupo de jóvenes sonrientes reunidos alrededor de una mesa. En el centro reconocí enseguida al joven Mobutu. Incluso entonces ya se parecía a un remake del rey Balduino. «Eso fue durante el trigésimo quinto cumpleaños de Mobutu. La fiesta se celebró en el restaurante del zoo, el mejor restaurante de la ciudad.» Era el 14 de octubre de 1965, un día después del cese de Tshombe. «Aquí, a la izquierda, está Isaac Musekiwa, trompetista de OK Jazz; a su lado, Paul Muanga, cantante de OK Jazz; luego yo, Jamais Kolonga, ¡y a mi lado Mobutu! A la derecha se encuentran los integrantes de African Jazz. Primero el cantante Mujos y después el gran Kabasele. Aquí está Roger Izeidi, de OK Jazz. ¡Y, en el extremo derecho, nada menos que Franco!» La flor y nata de la música congoleña se había congregado aquella noche en torno al comandante supremo del ejército, como si los Beatles y los Rolling Stones se hubiesen hecho alguna vez una foto con el comandante en jefe de las fuerzas armadas británicas. Jean Lema (Jamais Kolonga) aún lo recordaba emocionado. «¿Sabe lo que me confesó aquella noche Mobutu? En 1960 yo había trabajado tres meses con él al servicio de Lumumba. “Jean —me dijo—, dentro de un mes seré presidente de la República”.»[106]

Y así fue. El 24 de noviembre de 1965, una fecha que cualquier congoleño se sabe de memoria, Mobutu congregó a las nueve de la noche a todos los altos cargos de las fuerzas armadas en su residencia de la capital. Su despacho estaba repleto de expedientes, periódicos y revistas. Había estado reunido durante el día entero y su decisión era firme: se convertiría en el jefe de Estado. La Primera República había resultado ser un completo desastre. Él tenía que poner orden en los asuntos. Si Kasavubu volvía a hacer de las suyas, como cinco años antes, entonces él, Mobutu, repetiría su golpe de Estado, y ya no por cinco meses, sino por cinco años. Acto seguido dictó un comunicado a un colaborador y un subteniente fue el encargado de leerlo en la radio mientras un comandante saboteaba la línea telefónica de Kasavubu. Todos le manifestaron su apoyo. Corrieron ríos de cerveza. La señora Mobutu agasajó a los presentes con pescado con bananas. Aun así, no las tenía todas consigo: «Dejaos ya de tonterías. Si os pillan, os matarán a todos», le susurró a su cuñado. Sin embargo, a las dos y media de la madrugada les sirvió una copa de champán. Tres horas más tarde, la radio emitía la noticia del golpe de Estado[107]. Durante todo el día se oyó únicamente música militar. La Primera República había acabado. No hubo ni un disparo. La lucha por el trono había terminado. Aunque cada uno de los cuatro protagonistas había vivido su hora de gloria, fue Mobutu quien salió victorioso.



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