Confesiones de un pirata by Gene Wolfe

Confesiones de un pirata by Gene Wolfe

autor:Gene Wolfe [Wolfe, Gene]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 2003-12-31T16:00:00+00:00


18

Este horrible barco

No estoy seguro si fue lo primero, pero una de las primeras cosas que hice fue hacer que Estrellita nos enseñara el pestillo en el interior del armario. Era bastante ingenioso: una pieza de madera (del mismo color que el resto de la madera) que era una pinza para colgar la ropa, sólo que si la empujabas hacia un lado se deslizaba algo más de un centímetro. Así, podías desplazar el armario grande y poco profundo y entrar en el hueco. Dentro estaba el dinero en dos bolsas grandes de cuero, algo de fruta seca, vino, un par de copas, sábanas y un recipiente para el agua sucia.

Le dije a Estrellita que me sorprendía que hubiera podido reunir todo eso antes de que Rombeau y sus hombres apresaran el barco y dijo que la comida y el vino ya estaban dentro. Esa era la razón de que fuese tan grande: originariamente don José lo había mandado construir para almacenar el vino y la comida para que la tripulación no los robara.

Una de las bolsas tenía una «G» bordada.

Las llevé a la mesa y Bouton y yo las volcamos. Fue hermoso: más oro del que había visto en mi vida.

—Esto pertenece a todos —le dije—, a todos nosotros, en los tres barcos. Lo repartiremos cuando lleguemos a Port Royal.

Asintió, pero lo miraba tan fijamente que no estoy seguro de que me hubiera oído.

Novia señaló la bolsa de la «G».

—¡Ésa es mía!

—Me temo que no —dije yo—. Si estuviera tan enfadado contigo ahora mismo como debería estarlo, te la daría y te echaría fuera. Ese grupo de hombres te la quitaría antes de que dieras unos pasos en cubierta y después te tomarían, uno tras otro hasta que todos lo hubieran hecho.

»Pero no lo voy a hacer, señora Guzmán. No capturaste este barco ni ninguno de los otros. Nosotros lo hicimos y esto es parte del botín. A ti te corresponde una parte.

Novia me estaba mirando fijamente.

—¡Lo sabes!

—¿Después de que dijeras que era tuyo? Por supuesto. Cualquiera lo sabría. Siéntate.

Yo ya estaba sentado en una de las literas y Bouton hizo que se sentara de nuevo en la silla. Con el oro otra vez dentro de las bolsas, dije:

—Vale, empezaremos contigo, ya que te fuiste de casa primero. ¿Cuál es tu verdadero nombre?

—Lo sabes.

Tenía la barbilla levantada y yo sabía que habría deseado tener las pistolas cargadas de nuevo.

—Soy quien dijiste.

—La señora Guzmán. Claro. Pero, ¿cuál es tu nombre de pila?

No dijo nada, pero Estrellita murmuró «Sabina».

Sabina.

Novia la miró con odio.

—Bien. ¿Te llamo Novia o Sabina? Tiene que ser el uno o el otro.

—No me importa cómo me llames, capitán.

Eso dolió. Todavía me duele cuando lo pienso. Intenté que no se me notara.

—Vale, Sabina, si eso es lo que quieres. Tú eras la señora que miraba los loros y luego le dijiste a tu sirvienta que llevara el que compraste. Estrellita era la sirvienta. Sigue a partir de ahí.

Sólo negó con la cabeza.

—Tú volviste a tocar para mí —dijo Estrellita—. Nos cogimos de la mano y una vez salí a bailar tu música.



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