Con vistas al parque by Gamboa Erlantz

Con vistas al parque by Gamboa Erlantz

autor:Gamboa, Erlantz [Gamboa, Erlantz]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erotica
publicado: 2013-08-05T22:00:00+00:00


CAPÍTULO VI

-Quiero hablar con usted, Don Ramiro.

Onofre se había apostado en el pasillo, al acecho del proyectado suegro. Las presiones de Catalina, para que hablase con su padre, lograron éxito. No se había armado de valor; pues ni con esfuerzos sobrehumanos conseguiría encontrarlo dentro de sí; pero se decidió, quizá por no seguir escuchando a la muchacha. Él, en realidad no tenía mucha prisa; pero ella sí, sin motivo aparente, pues Onofre conceptuaba que la situación actual, de novios con derecho a encamada, era satisfactoria. Si los condones no se rompían, y eso le aseguró el de la farmacia, no veía la razón de apresurar la boda. Claro que él no conceptuaba que, pasados los dieciocho, las mujeres ya eran ancianas. Eran mayores, pero porque obtenían ciertos derechos legales, pero no les salían canas.

Pero Catalina quería ser esposa y madre, antes de ser vieja. Además, pretendía dominar al escuálido a su antojo, su fortuna y su destino, por lo que no le otorgaría la posibilidad de escaparse, una vez hartado de sexo. Por el momento, el sexo le sorbía el seso, y le apremiaba aprovechar tal coyuntura. No era tan boba, aunque no lograse aprender nada de los libros. Su filosofía la adquiría en los recreos, de boca de amigas.

-No tengo tiempo ni ganas.

El hombre importante, muy delgado y alto, con su traje azul y blanco, en gruesas rayas, pasó ante el joven sin mirarlo. Cargando su maletín, descendió la escalera movido por grandes zancadas. Onofre se quedó en el corredor, viéndole desaparecer.

-¡Vete tras él!

El rostro redondeado de Catalina se había asomado a la puerta del apartamento de Onofre. Ella esperaba en el interior, lo mismo que el pueblerino en el exterior. No había asistido a la escuela, ya que “su asunto” era mucho más importante, trascendental. Y obligó a su novio a también ausentarse.

Al ver que éste fracasaba, la joven acudió en su ayuda, más bien como acicate. Sabía que si no lo azuzaba, él lo dejaría para otro día, y así nunca encontraría la oportunidad. A ella ya le urgía casarse, porque no le agradaba la soledad de sus noches, una vez conocida la compañía.

Onofre corrió por la escalera. Logró alcanzar a Ramiro en el portal. El hombre flaco, alto, con sombrero de ala ancha, se había detenido a observar el cielo. Amenazaba lluvia, aunque tal vez no llegase antes de la tarde.

-Necesito hablar con usted- dijo Onofre, quien llegó jadeando al lado del personaje.

Éste le miró desdeñosamente, desde su prominente altura. Onofre levantó el mentón para conseguir una imagen del rostro de su pretendido suegro. Sus ojos saltones le producían pavor, pero más su rostro arrugado y la voz de trueno. Él únicamente conocía a un hombre importante: el alcalde de su pueblo, y daba la casualidad de que era su tío, además de que no tenía el aspecto imponente de Ramiro. Éste sí era un político de cuerpo entero.

-"¿Cómo me atrevo a pedirle a su hija- pensó-, si yo soy un don nadie?"

-¿Sobre qué?- Ramiro preguntó, regresando su mirada al cielo muy nublado.



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