Con M de Marilyn by Rafael Ramírez Heredia

Con M de Marilyn by Rafael Ramírez Heredia

autor:Rafael Ramírez Heredia [Ramírez Heredia, Rafael]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1996-12-31T16:00:00+00:00


Entonces

I

Ricardo Cruz conocía los burdeles que funcionan sin descanso, calles escondidas, bares, sitios donde se consigue desde un jovencito hasta cualquier mercancía, cabarets de lujo, los de shows de todo tipo, hoteles donde se permite el silencio cómplice, taquerías, piqueras, recovecos, y las redacciones de los diarios.

Así como podía moverse con soltura por el Distrito Federal, también era experto en reconocer a los personajes de la vida pública, olfatear los chismes y las posibilidades, intuir en qué sitio se podría originar la nota, usar a sus conocidos para meterse a donde fuera, valerse del carnet de periodista para brincar lo que topara, o colgarse del hilo que estuviera a la mano para llegar al origen del murmullo, de tal manera que cuando Win le pidió verse en el Sanborns de Niza a las diez de la mañana de un día de la última semana de febrero, Cruz supo que el tipo deseaba aparentar un encuentro casual y público —dos amigos tomando ese café de Sanborns que altera los nervios al más pintado—. Además, con el puro nombre, trataba de alertar a Cruz. Claro, era Win Scott, de la embajada yanqui, de esos hombres eternizados en un país sin aprender bien el idioma, suponiendo que la candidez de la gente impide saber sobre sus verdaderos trabajos.

Cruz no hizo lo que de seguro ya Win había hecho: analizar el expediente del periodista para estar seguro de que el escogido era el adecuado, no, Cruz de memoria podía recitar un perfil del norteamericano. Trabajos en Guatemala de Castillo Armas. Un par de asuntos en Nicaragua para apoyar unos disturbios en contra de Somoza. En fin —pensó Ricardo Cruz mientras caminaba por el Paseo de la Reforma rumbo a la entrevista—, Win Scott era el operador de la embajada, y si pidió una cita fue porque algo bueno traía entre manos. Desde casi un año antes no se habían reunido después de algunos asuntos, uno de ellos el de la revisión de los portafolios de los cubanos, donde el contacto patriótico fue Lucille Park, reclutada por Cruz a nombre de un amigo preocupado por la situación mundial, encargándole averiguar las relaciones del marido de ella con unos cubanos de nombres Orestes Portocarrero y Alberto Molina, así como del uruguayo llamado Dante Jordán.

Cruz sabía que Lucille era inexperta en las labores de la Agencia, era como otros muchos que estaban de parte de uno de los bandos contribuyendo a llevar datos, las más de las veces inútiles. Pero en aquella ocasión, las declaraciones de Castro, la invasión a Playa Girón, la presencia de los cubanos en México, su relación con José Baños, le permitieron encontrar en Lucille una posible conexión de muchos ramajes. En la medida —ahora mientras camina rumbo a la cita casi recuerda las palabras de la mujer rubia y regordeta— de que José Baños, al guardar los portafolios o la maleta, actuaba más por cariño a las personas que por estar implicado ideológicamente con la causa cubana. Cierto que los papeles guardados



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