Con el colt preparado by Max Keller

Con el colt preparado by Max Keller

autor:Max Keller
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
publicado: 1978-12-31T23:00:00+00:00


CAPÍTULO XI

Ninguno de los dos guardaespaldas de Alberton se mostró hablador. Ambos, indudablemente, eran partidarios de la acción directa.

Y quien dice acción, dice puñetazos.

Y el primero hubiera alcanzado a Max en pleno rostro, si éste no lo hubiese esquivado a tiempo ladeando la cabeza.

Pero se encontró con el segundo, perfectamente medido y calculado, que le hizo chocar contra la pared para encontrarse seguidamente con otro golpe en el abdomen, que le arrancó una tos súbita.

Un tercero y contundente golpe consiguió que sus piernas se doblaran.

Y los tipos seguían allí, dispuestos a machacarle, a darle una buena lección.

Max se dijo “basta”, pero los otros dijeron “más”.

Vio dos puños que se acercaban a la vez y agachó la cabeza, pasando al ataque por vez primera.

Los puños chocaron contra la pared de la casa, arrancando sendas exclamaciones de los dos hombres.

El golpe de Max alcanzó el estómago de uno de ellos.

Max continuó castigando la misma zona, puesto que un solo puñetazo no había bastado para poner al tipo fuera de combate.

Aquellos individuos parecían de granito.

¡Y lo peor es que eran dos!

Cambiando de posición, Max consiguió apartar al otro con un directo que sólo le alcanzó en el pecho.

Continuó con el mastodonte primero, pegándole ahora con las manos unidas un tremendo golpe en la nuca, que, al principio le pareció casi imposible, consiguiendo derribar al gigante.

Pero allí estaba el otro, dispuesto a pegar por él y por su amigo, y, con dos amagos de golpear, logró que Max retrocediera.

Max, en principio, era buen luchador, pero la pelea con dos tipos superiores en envergadura y en peso era demasiado desigual, y el joven sabía calibrar perfectamente sus posibilidades. Sabía, por ejemplo, que un par de golpes dados con saña que empleaba su antagonista resultaban catastróficos para quien los recibiera.

Lo mantuvo a raya durante algunos segundos, tratando de cansarlo.

En seguida pasó al ataque con un quiebro y “uno—dos” en el pecho, para terminar con un “jab” en la mandíbula que derribó a su adversario.

Rugiendo como una fiera, el mastodonte se incorporó cuando su compañero se había despejado y se levantaba también, deseoso de terminar de una vez con Max.

Fue entonces cuando apareció la muchacha.

—¡Slim, Forrest! —llamó.

Los dos hombres se volvieron hacia la joven.

—Dejadlo. Es mi invitado.

Los dos hombres miraron a la muchacha fijamente y luego se volvieron hacia Max.

No parecían muy dispuestos a obedecer; en todo caso dudaban.

Detrás de la joven apareció un hombre vestido con un batín corto de seda: era Alberton.

—Id a vuestro sitio —dijo simplemente el hombre, y ahora sí que los hombres ya no vacilaron.

Max se sacudía la ropa y se arreglaba los ligeros desperfectos que le había ocasionado la pelea.

—Mi padre, señor Towell —presentó ella.

—Quedamos en que no le avisaría usted —replicó Max tendiendo la mano al Alberton.

Ella se apresuró a decir:

—Han hecho ustedes tanto ruido, que mi padre les ha visto desde la ventana.

—Y por poco me pongo de parte de mis hombres, señor… ¿Towell?

—Sí, señor.

—Tienen órdenes concretas, ¿sabe usted? Pero mi hija me ha dicho que usted la esperaba y… Bueno, huelgan más comentarios.



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