Como el sol para las flores by Irene Villa

Como el sol para las flores by Irene Villa

autor:Irene Villa
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
publicado: 2019-09-09T22:00:00+00:00


CAPÍTULO XII

Lo que no sospechaban ni Óscar ni Judith era que Bárbara se había citado ese viernes por la noche con Raúl por WhatsApp. No dijo a nadie adónde iba, ya que cuando salió a la luz que el testimonio de Raúl en el hospital ante la reportera había sido la base para todo el entuerto, Sebastián se encargó personalmente de poner al adolescente los puntos sobre las íes. Pero necesitaba zanjar aquel episodio que le estaba ocasionando tantos problemas.

Sin embargo, Raúl quiso acudir al encuentro de Bárbara para, además de volver a verla y ofrecer un testimonio sincero, poder resarcirse, en cierta manera, de la manipulación de la que había sido objeto. El muchacho entró en la casa de la periodista hecho un basilisco. Tan furioso estaba que apenas se paró a observar el ambiente falsamente colonial, con mucha madera, que se quebraba con la presencia de cuadros con motivos orientales por las paredes y una enorme lámpara minimalista, de acero bruñido, en un rincón sin plantas. Tampoco vio un gato pardo que huyó rumbo al balcón en cuanto él puso el pie sobre la alfombra, que amortiguó el pisotón que acompañó el alarido con el que Raúl hizo su entrada en escena. En medio de los gritos, se oía repetir machaconamente una frase: «Me has utilizado, me has utilizado como a una marioneta». Era el modo que tenía el chaval de expresar la impotencia que sentía al verse metido en tan tremendo lío del que no sabía cómo salir. No obstante, Bárbara no se dejó amedrentar y enseguida desplegó sus encantos: ella sabía cómo engatusarlo rápidamente con sus malas artes, más que efectivas con un adolescente.

Para empezar, a Raúl le sorprendió el atuendo con el que le recibió, nada propio de una periodista profesional que utiliza su casa como ámbito de trabajo. Una camiseta de tirantes con lentejuelitas lilas y generoso escote, que recortaba un collar con motivos andinos en dos vueltas con un poderoso pedrusco violeta con forma de hexágono; un minipantalón vaquero que dejaba adivinar sus nalgas y altos tacones. Con gesto relajado y comprensivo, Bárbara le pidió al muchacho que se calmara y se sentara junto a ella en un sofá —de dos cuerpos, blanco impecable, imitación piel— que se encontraba en el salón, para poder hablar tranquilos mientras tomaban una cerveza y le buscaban una solución al problema. Pero casi de inmediato, y sin venir a cuento, la reportera se levantó repentinamente porque había «olvidado» las servilletas en la cocina, y el bolígrafo que sostenía en su mano derecha cayó al suelo. Raúl hizo ademán de ir a recogerlo, pero ella, muy dispuesta, de espaldas a él, se agachó sin apenas flexionar las rodillas y sin importarle que sus encantos quedaran así aún más a la vista. Tampoco la camiseta que llevaba parecía la más indicada para una ocasión así, pero él estaba encantado. Se le ahuecaba constantemente, debido a sus exagerados gestos, risas y movimientos, dejando ver la puntilla de encaje de un elegante sujetador que apenas le cubría la mitad inferior de sus pechos operados.



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