Colectivo de asesinos by Barry Eisler

Colectivo de asesinos by Barry Eisler

autor:Barry Eisler [Eisler, Barry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2018-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO 26

RAIN

La noche siguiente a la de la conversación que habíamos tenido los tres con Treven llamaron a la puerta de nuestra habitación de motel con dos golpes lentos seguidos por tres rápidos. Horton y Larison tomaron posiciones detrás de las camas de matrimonio con las pistolas en la mano, en tanto que a mí me tocó la misión, un tanto menos envidiable, de situarme al lado de la puerta y preguntar:

—¿Quién es?

—¿Y quién coño va a ser? —respondió con el inconfundible gangueo texano—. ¿Le habéis pedido a muchos más que vengan a veros a media noche y llamen así?

Me volví a mirar a Horton y a Larison y, cuando asintieron, abrí y lo vi ante mí, sosteniendo una caja de cartón con una sonrisa de oreja a oreja y, a su lado, una mujer asiática de aspecto cansado que debía de haber mediado la treintena.

La joven se fijó al instante en las armas que empuñaban Horton y Larison y tensó los músculos.

—Tranquila —dijo Dox—. Te presento a mis amigos. Han tenido tanto cuidado como nosotros. Lo único que pasa es que ellos son menos encantadores.

Entraron y yo cerré la puerta con llave tras ellos. Horton y Larison se pusieron de pie y bajaron las pistolas.

—Vaya, John Rain —dijo Dox, que no había dejado de sonreír. Dejó la caja y se enderezó—. Ven aquí, chaval.

Me dio uno de esos abrazos suyos de oso a los que me tenía tan acostumbrado, aunque dudaba que fuese a disfrutar nunca con ellos tanto como él.

—Larison —dijo a continuación—, no te voy a mentir: hasta hace poco no me habría imaginado diciendo esto, pero me alegro de verte.

Larison también se llevó su abrazo y hasta correspondió con otro, si bien al ver que se prolongaba demasiado dijo dándole a Dox unas palmaditas torpes en la espalda:

—Vale, vale.

—Y, coronel —añadió el recién llegado estrechando la mano a Horton—, ha llovido mucho, aunque me alegra que, para variar, estemos los dos del mismo lado del paraguas, si se me permite extender la metáfora.

—Me alegro de verte, hijo mío —repuso él—. Por lo que a mí respecta, es agua pasada.

—Muy amable de su parte, señor, después de todo lo ocurrido.

Horton asintió.

—¿Por qué no lo consideramos nuestra propia «desavenencia pasada», como llamaban a finales del siglo XIX a la guerra de Secesión, y nos centramos en el futuro? La vida es corta. Intentemos que dure un poco más.

—Bien dicho. —Dox señaló con un gesto a la mujer—. Ella es Livia Lone. Livia, ellos son John Rain, Daniel Larison y el coronel Scott Horton, en la reserva, aunque por su aspecto pueda no parecerlo. —Nos fue señalando a todos a medida que nos presentaba—. Son la clase de gente con los que prefieres estar a buenas cuando te has puesto a malas con alguien. Caballeros, espero que me crean cuando afirmo que lo mismo puede decirse de Livia, porque, de hecho, yo no estaría aquí de no ser cierto.

Todos le dimos la mano entre comentarios amables y una clara sensación de renuencia, vigilancia y recelo.



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