Codicia by J. R. Ward

Codicia by J. R. Ward

autor:J. R. Ward [J. R. Ward]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico, Fantástico, Romántico, Ángeles Caídos
publicado: 2014-04-12T01:25:32+00:00


23

M

arie-Terese estaba convencida de que Vin le iba a dar un beso en la boca.

Y una parte de ella deseaba exactamente eso, aunque también había entrado en pánico: tal vez, técnicamente hablando, hubiera estado practicando sexo en el club, pero hacía tres años que nadie la besaba. Y la última vez que había sucedido la habían obligado de forma violenta.

Sin embargo, en lugar de darle lo que ambos deseaban y temían, Vin se había limitado a apretar sus labios contra su frente y a atraerla hacia su pecho, y allí estaba ella, entre los fuertes brazos de un hombre cuyo corazón latía cerca de su oído, cuya calidez se estaba infiltrando en su propio cuerpo, cuya gran mano se movía en lentos círculos sobre su espalda.

Marie-Terese alisó con la mano sus pectorales. Bajo el cachemir, su cuerpo estaba duro, lo que indicaba que hacía mucho ejercicio.

Se preguntó qué aspecto tendría sin ropa.

Se preguntó cómo sería el tacto de su boca sobre la suya.

Se preguntó cómo sería estar con él piel sobre piel.

—Creo que tal vez deberíamos irnos —dijo él, y su voz resonó a través de su pecho.

—¿Tenemos que hacerlo?

Él contuvo el aliento y luego continuó.

—Creo que es lo mejor.

—¿Por qué?

Vin se encogió de hombros y, al hacerlo, su jersey acarició la mejilla de ella.

—Simplemente creo que es lo mejor.

¿La estaba rechazando educadamente? Dios santo, ¿y si ella lo había malinterpretado todo?

De repente, se incorporó separándose de él.

—Sí, creo que tienes razón…

Con las prisas, su mano resbaló sobre el fino tejido de su jersey y pasó por encima de algo duro que había bajo su cintura. Aunque no tan duro como un hueso.

—Maldita sea, lo siento —dijo él apartando sus caderas—. Sí, definitivamente es el momento de largarse de aquí…

Ella miró hacia abajo. Su erección era innegable, lo que, sorprendentemente, le hizo sentir una escandalosa respuesta sexual. Lo deseaba. Necesitaba tenerlo dentro de ella. Y todas las razones racionales para no hacerlo de repente no fueron más que patrañas.

Lo miró a los ojos y susurró:

—Bésame.

Vin, que se estaba poniendo de pie, se detuvo. Mientras su pecho se expandía, clavó la vista en el suelo y no dijo nada.

—Vale —dijo ella—, lo entiendo.

Tal vez su cuerpo la deseara, pero su mente se había bloqueado al pensar en estar con una puta.

En una rápida y horrible sucesión, vio pasar las caras de los clientes con los que había estado…, o al menos de los que se acordaba. Eran muchos, muchísimos más de los que podía contar, y se amontonaban en el espacio entre ella y aquel hombre que estaba sentado en la cama de su infancia y que tenía el aspecto más sexy del mundo.

A los otros no los deseaba. Había hecho lo imposible para alejarse tanto de ellos como podía, había utilizado capas de látex y barreras de contención para intentar mantener el mínimo contacto posible con ellos.

A Vin, sin embargo… A Vin quería sentirlo cerca y él no podía.

Aquél era de verdad el daño que se había causado a sí misma.



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