Ciudad Permutación by Greg Egan

Ciudad Permutación by Greg Egan

autor:Greg Egan [Egan, Greg]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1994-03-31T16:00:00+00:00


15

(No remitir la escasez)

ABRIL 2051

El piso de Durham al norte de Sydney era pequeño y estaba decorado muy austeramente; todo lo contrario de lo que María había esperado. El salón y la cocina combinados era todo lo que María había visto, pero desde el exterior quedaba claro que no había espacio para mucho más. Durham vivía en el piso decimosexto, pero el edificio estaba cercado por feas torres de oficinas de finales del siglo veinte, monstruosidades azules y rosas de mármol falso; allí no había nada de costosas vistas al puerto. Para alguien que estaba estafando a millonarios crédulos —o incluso para alguien que se limitaba a vender seguros— Durham no parecía tener mucho que mostrar. María consideraba poco probable que aquel sitio se hubiese creado para ella, para apoyar la historia que le había contado: para demostrar el estilo de vida frugal que presuntamente le permitía pagarle a ella de su propio bolsillo. Él la había invitado de improviso; ella nunca hubiese tenido ninguna razón para insistir en ver su casa.

Ella dejó el ordenador de mano sobre la mesa de comedor rayada, y lo giró para que Durham pudiese ver la gráfica.

—Éstos son los últimos resultados de las dos especies más prometedoras. A. lithophila tiene la tasa de mutación por generación más alta, pero se reproduce mucho más lentamente y es más vulnerable a cambios climáticos. A. hydrophila es más prolífica, con un genoma más estable. No es intrínsecamente más resistente; simplemente está más protegida por el océano.

—¿Qué opinas? —preguntó Durham.

—¿Y tú?

—A. litho evoluciona hacia un par de especies prometedoras que desaparecen por completo durante una crisis importante. A. hydro construye lentamente un gran conjunto de mutaciones neutrales a la supervivencia, algunas de las cuales resultan muy útiles en tierra. Los primeros cientos de miles de especies que salen del mar no lo consiguen, pero no importa, siempre hay más. ¿O me están confundiendo demasiado las ideas preconcebidas de la Tierra?

—Probablemente la gente a la que intentas convencer pensará de la misma forma.

Durham rió.

—No estaría mal tener razón y ser persuasivo. Si las dos ambiciones no son mutuamente excluyentes.

María no contestó. Miró al ordenador; no podía mirar a los ojos de Durham. Había podido soportar hablar con él por teléfono, por medio de filtros de software. Y el trabajo había sido un fin en sí mismo; inmersa en el juego elaborado de la bioquímica del Autoverso, había descubierto que era muy fácil seguir, como si no importase el propósito. Pero no había hecho casi nada para conseguir que Durham confiase en ella. Por eso había aceptado el encuentro… y por eso tenía que aprovecharse de él.

El problema era que, ahora que estaba allí, se sentía tan incómoda que apenas podía discutir el aspecto técnico más simple sin que le fallase la voz. Si él empezaba a soltar mentiras sobre sus esperanzas de discutir con la mafia de escépticos de la vida artificial en algún futuro número de Cellular Automaton World, probablemente se pondría a gritar. O, más probablemente, vomitaría sobre el suelo de linóleo.



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