Cazar al Capricornio by Francisco Castillo

Cazar al Capricornio by Francisco Castillo

autor:Francisco Castillo
La lengua: spa
Format: epub
Tags: det_espionage
ISBN: 9788493725921
editor: www.papyrefb2.net


Capítulo 14.

Cualquiera que se moviera por los pasillos del edificio “Estrella” de la Avenida Padre Huidobro sabía que no debía preguntar por lo que se trataba en la Sala Segura y allí era donde Alba había trasladado las reuniones de su equipo. En la que acaba de convocar además de él mismo estaban presentes Pérez, Andrés Jiménez, jefe del equipo KA con el que trabajaba y María Astiz. Todos juntos formaban lo que Alba llamó simplemente “grupo de coordinación” ya que no le gustaba usar nombres rimbombantes.

María Astiz “la tigresa” —lo de “tigresa” era un apodo que le provenía de sus tiempos de Ka, donde se había ganado una justa fama de dura y eficaz— era la mano derecha de Pons y este la había impuesto en el grupo con la misión —no declarada— de tenerle al corriente de todo. Se rumoreaba que el coronel y la cuarentona rubia de pelo teñido y mandíbula cuadrada estaban liados. Hasta en un servicio secreto había chismes.

A la “tigresa” se la veía inquieta en la silla y no paraba de balancear sus musculosas piernas.

Llevaba un grueso fajo de folios escritos a mano —no le gustaba dejar archivos en los ordenadores— y no esperó a que Alba le diera turno para hablar.

—Los albanokosovares no se están dejando ver. Las policías, incluidas las autonómicas, tienen órdenes de detectar cualquier cambio en esta comunidad y sin embargo no han averiguado nada. Yo creo que están en un agujero muy seguro o se han largado. De cualquier manera, no estamos avanzando.

Alba que la veía venir directa a pedir su cabeza, la cortó: —El peinado de los lugares albanokosovares es un paso lógico y se está haciendo bien, pero es algo que ha pasado a un segundo plano. El agente Jiménez ha averiguado un dato importante: Bala tiene una novia española. Sabemos que es estudiante de una universidad de Madrid.

Astiz dio un respingo en su silla. No podía disimular su enfado. Hasta Alba se sorprendió del grado de su rabia y por su prepotencia creyó adivinar que Pons y ella habían estado hablando antes de la reunión.

—¿Por qué no se me ha informado?

—Te estoy informando ahora. El dato es de esta misma mañana. —Alzó levemente la voz para decir estas palabras mientras miraba a la “tigresa” directamente a los ojos. Con su tono le dejaba claro que las reglas las ponía él y que mejor haría estando agradecida de que fuera tan cortés.

Astiz calló. Técnicamente Alba tenía el derecho de repartir la información cuando, como y a quien quisiera; ambos lo sabían. Sonrió intentando parecer relajada. No podía dejar que el nerviosismo le pudiera, no era propio de ella, pero Pons le había advertido que si el asunto acababa mal él caería y ella con él.

Alba se dio cuenta de que Astiz se mordía la lengua. La “tigresa” estaba nerviosa. Él también lo estaba. Todos lo estaban. Pero ahora sabían que había un extremo de ovillo para tirar, solo les faltaba el pequeño detalle de localizarlo.



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