Cazado by Elizabeth Hand

Cazado by Elizabeth Hand

autor:Elizabeth Hand
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
publicado: 2003-09-30T22:00:00+00:00


Capítulo 16

En la cubierta superior, Jabba y sus invitados bebían y comían. Sonaba música. Unos acróbatas daban volteretas y bailarinas twi’lek saltaban y giraban. Las velas de la barcaza se llenaban de aire, el gran navío surgió y navegó majestuosamente sobre la tierra, hacia el Mar de las Dunas Occidental. Arriba, las estrellas quemaban un cielo negro cual terciopelo de Hapes. El aire olía a carne asada, a dulces, a sorbetes de fruta, de flores de un coste elevadísimo importadas de lejanos mundos verdes. Una arpista mrlssi tocaba y cantaba mientras Jabba estaba sentado en su trono y metiéndose puñados de gusanos retorcidos en la boca. Los invitados de Jabba deambulaban a través de la cubierta. Contemplaban el cielo estrellado del desierto sobre ellos, riendo, intrigando y bebiendo vinos chandrilanos de Jabba.

Por desgracia, Boba sólo atisbaba un poco de todo ese esplendor. Sólo podía oír la música y el júbilo, y sentir los deliciosos olores de frutas y carnes raras.

Estaba en la bodega debajo de la cubierta superior. No había ninguna estrella aquí que iluminara la oscuridad. El espacio estaba débilmente iluminado por oscilantes globos de luz suspendidos en el techo. No había comida ni agua. El aire estaba cargado, caliente y apestaba a paja sucia y a bestias encerradas. El resto de los miembros de la tripulación que estaban fuera de servicio, maldecían y apostaban su sueldo. Algunos dormían en hamacas colgadas en las paredes. Unos pocos se divertían metiendo palos en las jaulas de las nuevas bestias destinadas a la fosa del palacio de Jabba.

Boba eligió cuidadosamente su camino a través del espacio abarrotado. Se detuvo para mirar en una jaula a un tripion de Gallion. La inmensa criatura parecida a un escorpión chocaba sus pinzas. Su cola con punta venenosa se lanzó contra los barrotes de la jaula como un guardia estocando su espada a través de los barrotes.

—¡Te alimentarán muy pronto! —se mofó Boba y sus compañeros se rieron.

Uno de ellos le miró.

—¿Otro recién llegado? —Su rostro se arrugó con una mirada maliciosa—. ¡Será el tercer cazarrecompensas este mes que Jabba manda a por Gilramos!

—¿Gilramos? —preguntó Boba.

—¡Así es! Una espina clavada habitualmente en la cola de Jabba, eso es. Una espina difícil de sacar. Mató a los dos cazadores de recompensas que fueron en su busca.

El guardia miró a Boba arriba y abajo. Se rió burlonamente.

—Parece que serás el tercero —dijo y se volvió para atormentar al tripion.

—A la tercera va la vencida —murmuró Boba. Cruzó hacia la pared, tratando de mantener el equilibrio. La barcaza aérea se movía con rapidez, alcanzaría el palacio por la mañana, oyó decir a alguien.

Pero el yate aéreo no siempre se movía suavemente. A veces sentía nauseas con las sacudidas. Otras veces subía abruptamente, cientos de metros en el aire. Cuando esto sucedía, Boba se alegraba de no poder ver el exterior. También se alegraba de no haber comido mucho. ¡Odiaba marearse!

—Así que eres otro cazador de recompensas —alguien declaró—. Jabba debe estar desesperándose.

Un marchito anciano se acercó a Boba, que no era mucho más bajo que él.



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