Caza al amanecer by Tom Bouman

Caza al amanecer by Tom Bouman

autor:Tom Bouman [Bouman, Tom]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2017-01-01T00:00:00+00:00


PARTE DOS

Pat George se tomó un último trago de bourbon, se guardó una cerveza en la manga, como tenía por costumbre hacer, y salió al frío de aquella noche de septiembre. Esa tarde noche había logrado el primer puesto en el torneo de lanzamiento de herraduras en el bar del puertecito de Watkins Glen, en el estado de Nueva York. La victoria iba acompañada por un premio de doscientos cincuenta dólares. Mientras la luz del crepúsculo daba paso a la oscuridad, Pat fue pagando rondas y bebiendo, bebió hasta el cierre, y a esas alturas, en el aparcamiento casi vacío junto al bar, se estaba preparando para conducir.

Pat se deslizó al volante, giró la llave y el motor de su destartalado deportivo japonés cobró vida. Pat George era un vendedor de coches y bebedor empedernido de mediana edad, nada que ver con un hombre exitoso, ni tampoco con un tipo con suerte. Ni él mismo se atrevería a describirse así. Y sin embargo esa tarde, algo, una chispa en el aire, guio su mano y ayudó a que aquellas herraduras de hierro cayesen en su sitio. Aún notaba el lanzamiento ganador salirle de las puntas de los dedos, lo veía flotar traspasando la luz, muy por encima de los rostros que observaban en la multitud. En aquel momento, Pat tuvo la extraña sensación de que podía haber ralentizado el tiempo para siempre mientras la herradura surcaba el aire.

Esa noche, además, había salido del bar con el número de teléfono de una mujer en el bolsillo. Aquella herradura dando vueltas hasta clavarse en su sitio fue como un sorbito de agua tras una larga sequía. ¡Pam!

En la segura oscuridad de los montes, algo más lejos, Pat se acabó la cerveza, que ya tenía a la mitad. Giró al oeste por Sugar Hill Road atravesando el bosque estatal. Conocía bien el camino, y eso era un punto a su favor, porque Pat empezaba a notar que la cabeza le daba algunas vueltas. Aumentó la velocidad y dejó que la noche tirase de él. No había nadie por Sugar Hill Road a esas horas; solo cuando entrase en la carretera 23 tendría que preocuparse y frenar un poco. Llegó acelerando a una elevación del terreno y ahí ya no tuvo tiempo de esquivar al sedán que salía de una carretera sin nombre y sin salida, un camino que iba a ninguna parte y allí acababa. La rejilla frontal izquierda del coche de Pat golpeó el capó del otro vehículo con muchísima potencia. El deportivo japonés, disparado más allá del tiempo y del control, rebotó con fuerza por la carretera hasta dar contra un abeto y, con las mismas, Pat salió disparado por el parabrisas. El coche rodó lentamente de vuelta a la carretera. Creen que Pat estuvo consciente un tiempo, enganchado a unas ramas que colgaban sobre un arroyo, antes de desmayarse y despertar días después en un hospital, con una incapacidad permanente para respirar, comer o moverse por sí solo. Firmó su documento de voluntades anticipadas mediante parpadeos y murió esa misma tarde.



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