Caribbean Island by Mario Escobar

Caribbean Island by Mario Escobar

autor:Mario Escobar [Escobar, Mario]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2013-12-31T16:00:00+00:00


15 HURACÁN FUERZA 4

Tenía las muñecas doloridas, pero pudo comer algo y sobre todo beber. Hacía horas que tenía mucha sed. Después aquel desconocido volvió a colocarle la mordaza, como al resto de sus amigas. Apagó la bombilla que colgaba del techo y salió de la habitación. Durante algo más de cinco minutos se quedaron quietas y en silencio. Alice intentó recordar los detalles de su secuestrador. Mediana estatura, delgado, vestido con pantalones de pinzas usados y unas botas. Algo poco usual en una isla tropical. Tenía la cara tapada, pero lo poco que había visto del cuello y de los brazos le hizo pensar que era blanco, posiblemente europeo.

Helen se movió a su espalda. Les habían vuelto a colocar las manos por detrás. Alice comenzó a intentar ponerse en pie, pero era inútil. Lo tenían que hacer las tres a la vez. Les hizo gestos y sonidos para que la siguiesen, pero las dos norteamericanas tenían demasiado miedo para reaccionar.

Alice comenzó a morder la cinta aislante que tenía en los labios. A veces fallaba y se mordía la carne, pero pasados diez minutos había logrado abrir un agujero y después agrandarlo, hasta que logró comunicarse en las dos norteamericanas.

—Tenemos que ponernos todas en pie a la vez. Puede que tengáis miedo, pero os aseguro que es mucho peor quedarse paradas. Ese loco regresará. Fuera debe haber un huracán y si no nos mata él, lo hará el viento derrumbando este tejado —dijo Alice con tono firme. Quería transmitirles toda la seguridad posible.

Las dos amigas no reaccionaron, pero la joven continuó con su plan. Contó hasta tres y se puso en pie bruscamente. Las dos norteamericanas se quedaron quietas y ella terminó por derrumbarse al suelo de madera.

—Si no podéis poneros en pie, podemos llegar a esas cosas dando culetazos. No será difícil. Ahora —dijo dando un pequeño salto.

Las tres chicas se movieron poco a poco para un lado, aunque Alice temía que abajo escucharan el ruido.

—Un poco más suave —les advirtió a sus amigas.

Tardaron casi media hora en acercarse al cúmulo de trastos que había en la buhardilla. Aquel pequeño esfuerzo las había dejado agotadas, pero afortunadamente la adrenalina de la situación les mantenía firmes.

Alice se inclinó a un lado y quedaron tumbadas. Miró a los cacharros, no parecía que hubiera nada cortante. La luz era demasiado débil para distinguir algunos objetos, pero después de un rato, la joven logró ver lo que parecía un avión de hojalata. Aquellos juguetes hacía décadas que no se fabricaban, pero la casa debía ser muy antigua. Lo que significaba que se encontraban en alguna parte del casco antiguo de la capital o en alguna villa a las afueras. Tenía que recordar todo aquello, para decírselo a su padre en cuanto encontrar un teléfono.

Alice puso la cara en el suelo y cogió con los dientes el pequeño avión de hojalata. Tenía que arrojarlo hasta su espalda y esperar que cayera a la altura de las manos. Lo intentó la primera vez, pero rebotó en el hombro y repiqueteó en el suelo.



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