Camblor Isabel by Mistela Con Aristoteles

Camblor Isabel by Mistela Con Aristoteles

autor:Mistela Con Aristoteles [Aristoteles, Mistela Con]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


En el espacio se gestionan de forma mágica ciertos cálculos con la finalidad de que altitudes y latitudes de diferentes grados coincidan en uno solo con un golpe de varita mágica técnicamente llamada ratón. La magia, como siempre, se materializó soberbiamente: se oyó un plim adornado con estrellitas y ahí estaba Mijhail, conectado, podía saberlo porque su nombre aparecía en color verde, y estas páginas informáticas utilizan el más convencional de los sistemas para que sus usuarios puedan hacerse una idea de si tienen o no interlocutor puesto al teléfono: el mismo procedimiento que se usa para saber si es el momento de cruzar o no un semáforo que cambia de color según proceda.

Me preocupó mi propia vulnerabilidad al ser consciente de que ese color verde me derretía por dentro. Súbitamente Teresa y sus muertos se diluyeron y quedaron atrapados en algún punto infraconsciente. Ya acudiría a liberarlos cuando estuviera frente a Lucía y su mistela, pero ahora debía aprovechar que Mijhail era de color verde.

¿Qué pensaría él? ¿Se alegraría de que Nitzia, o Alicia, cambiara de color para buscarle? El rito de iniciación había sido violento, no éramos sino dos extraños hablando de la necesidad de hacer desaparecer un himen molesto, sin embargo ahora resultaba algo más manejable, para mí el himen empezaba a importar un bledo. Hubiera dado algo bien valioso solo por el contacto de su mano, un contacto breve, aunque tuviera que permanecer virgen hasta el día del juicio. Comencé yo el juego de diseccionar iconos y ventanillas para acceder a él, un click por aquí, otro click por allá y una pantalla en blanco se ponía a mi disposición para que enviara lo que se me ocurriera al destinatario Mijhall.

Pero lamentablemente se me ocurría poca cosa.

Busqué alguna figura retórica para tratar de impresionarle, pero todas me parecían demenciales. Se me ocurrió que podía contarle un sueño que había tenido. En su página Mijhail comentaba que lo que más le gustaba era que le tocaran el pelo y que le contaran una historia, yo tenía mi historia, un sueño real que había tenido dos noches atrás en el que aparecía él, vestido de chófer, y me conducía por una autopista vacía y sin final mientras buscábamos afinidades que nada tenían que ver con el sexo. Las afinidades iban presentándose por sí solas, antes de que nosotros las llamáramos, es decir, no era necesario preguntar: «Alicia, ¿qué tipo de música te gusta?», puesto que de repente la radio se conectaba sola y la voz de Eric Clapton llorando con una guitarra la muerte de su hijo nos emocionaba a los dos. Seguíamos buscando afinidades y todas iban apareciendo como por arte de magia; repentinamente la taxista era yo y él aparecía a través de retrovisor del coche pensando, no que yo estaba buena, sino que era bonita y que mis ojos, como los suyos, también sabían retener la luz.

Afortunadamente en el último momento entendí que no era una buena idea confesar ese tipo de sueños a un perfecto desconocido.



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