Brigitta by Adalbert Stifter

Brigitta by Adalbert Stifter

autor:Adalbert Stifter [Stifter, Adalbert]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1846-12-31T16:00:00+00:00


3. PASADO EN LA ESTEPA

Antes de exponer cómo cabalgamos hasta Maroshely, cómo conocí a Brigitta, y cómo desde entonces he estado en su hacienda muy a menudo, es necesario que cuente una parte de su vida anterior, sin la que cuanto sigue no sería comprensible. Cómo pude alcanzar un conocimiento tan profundo de los hechos que aquí se relatan, se derivará de mis relaciones con el comandante y con Brigitta, y al final de esta historia se aclarará de por sí, sin que me sea necesario revelar antes de tiempo lo que yo mismo no supe antes de tiempo, sino por el desarrollo natural de las cosas.

Corresponde al género humano esa cosa admirable que es la belleza. A todos nos atrae la dulzura del fenómeno, y no siempre podemos decir dónde reside el encanto. Está en el universo, está en unos ojos, mas luego no está en rasgos cuya forma sigue todas las reglas de los juiciosos. A menudo no se ve la belleza porque está en el desierto, o porque no ha llegado el ojo adecuado — a menudo es adorada e idolatrada, y no se da: pero no puede faltar en ningún sitio donde late un corazón en fervor y embeleso, o donde dos almas arden juntas; pues de otro modo se detiene el corazón, y el amor de las almas está muerto. En qué suelo brota esta flor, es mil veces distinto en mil casos; mas cuando se da, ya puede quitársele el espacio a su germinación, que brotará en algún otro donde no se había sospechado. Sólo es propio del hombre, y honra así sólo al hombre, que se arrodilla ante ella — y todo lo que en la vida merece la pena y es ensalzado lo vierte únicamente ella en el trémulo y dichoso corazón. Es triste para aquél que no la tiene, o no la conoce, o en el que ningún ojo ajeno puede hallarla. Hasta el corazón de la madre se aparta de su hijo cuando ya no puede descubrirla en él, al menos un vislumbre de ese rayo.

Así había ocurrido con Brigitta niña. Al nacer, no se mostró como el hermoso ángel como el que se le aparece en general el niño a la madre. Después yacía en la bella y suntuosa cuna dorada, en los linos blancos como la nieve, con una carita desagradablemente oscurecida, igual que si le hubiese soplado algún demonio. La madre apartó los ojos, sin darse cuenta ella misma, y los fijó en dos bellos angelitos que jugaban sobre la rica alfombra del suelo. Cuando llegaba gente de fuera, no criticaban a la niña, no la elogiaban, y preguntaban por las hermanas. Así fue haciéndose cada vez más grande. El padre cruzaba con mayor frecuencia por la habitación tras sus negocios, y si la madre a veces abrazaba a las otras hijas, por así decirlo, con fervor desesperado, no veía los negros ojos fijos de Brigitta, que se clavaban en ella como si la diminuta niña comprendiese ya el agravio.



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