Breve historia de la mujer by Sandra Ferrer Valero

Breve historia de la mujer by Sandra Ferrer Valero

autor:Sandra Ferrer Valero [Ferrer Valero, Sandra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2017-03-01T05:00:00+00:00


Salterio de Claricia (fin. s. XII-ppios. s. XIII). Walters Art Museum, Baltimore (Estados Unidos). En este salterio, realizado por unas monjas alemanas, aparece este curioso retrato de una de sus autoras y que dio nombre al manuscrito. Se trata de Claricia, cuyo nombre está escrito sobre sus hombros. Claricia fue una de las pocas monjas iluminadoras que firmaron con su nombre uno de los manuscritos que realizó. Fueron muchas religiosas anónimas las que se dedicaron al arte de la iluminación.

Todas estas mujeres religiosas fueron, en cierto modo, afortunadas en lo que al acceso al conocimiento se refiere si tenemos en cuenta ideas imperantes de la época, como la afirmación rotunda de Felipe de Novara («a la mujer no debe enseñársele a leer ni a escribir») o el hecho de que las niñas acudieron a la escuela solamente los primeros años de su vida.

En la época carolingia encontramos un caso único, el de una noble llamada Dhuoda quien no solo recibió una importante cultura, sino que la transmitió a sus hijos en forma de manual Sola en sus dominios de Uzés, de los que vio marchar a su esposo y sus hijos para servir al rey de Francia, Dhuoda escribió hacia el año 841 el Liber Manualis, una extensa reflexión sobre la vida y cómo vivirla, dirigida a uno de sus hijos. La obra de Dhuoda es el primer tratado pedagógico de la Edad Media que se conoce y en él plasmó reglas educativas y religiosas de su tiempo.

La Iglesia vigiló siempre con ojos críticos el monacato femenino. Obsesionados por la pureza virginal de las monjas, obispos, cardenales y sacerdotes se afanaron una y otra vez en recluirlas y alejarlas lo más posible de la tentación terrenal. Hacia el año 1100 un monje benedictino llamado Conrado de Hirsau habría escrito un manual que aspiraba a ser una guía exhaustiva para la vida de las monjas en dos aspectos básicos: la organización del monasterio y su vida espiritual. Pocos años después, en el II Concilio de Letrán de 1139, se prohibió el matrimonio de los sacerdotes, por lo que las mujeres que vivían con los hombres de iglesia tuvieron que elegir entre el monacato o el matrimonio laico. En lo concerniente a la clausura, hubo también una larga labor hasta llegar a la firma de la Bula Periculoso en 1298 por parte del papa Bonifacio VIII por la cual se obligaba a la reclusión permanente de toda mujer que asumiera la vida monacal. Esta decisión fue tomada después de una larga historia de monasterios con la puerta abierta a familiares que entraban y religiosas que salían. Y surgió también como respuesta a los nuevos planteamientos religiosos femeninos que surgieron a la sombra del nacimiento de las órdenes mendicantes. Una de las fórmulas más originales de comunidad monástica femenina fue, sin duda, la de las beguinas. El primer beaterio se fundó alrededor del año 1170 en la ciudad belga de Lieja. Durante poco más de dos siglos extendieron su forma de vida por



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